El Octavio Pilotes Posada salió del campo del Lábaro Toledo con un 32-28 en el marcador que no permite al equipo gallego demostrar esa progresión en la que parecía estar metido. Los de Quique Domínguez no pudieron superar la asfixiante defensa de los toledanos en su propia casa. El Octavio era el que marcaba los tiempos al arranque del partido, aunque el equilibrio de fuerzas no le permitió cobrar una ventaja real en el marcador. A remolque en el juego, el Lábaro no tenía suficiente fluidez ofensiva, algo que aprovecharon los gallegos para situarse con una ventaja de tres goles, su máxima distancia en todo el partido.
Fue entonces cuando despertó el Lábaro, que consiguió hacerse con el balón, romper la hasta entonces impenetrable defensa del Pilotes Posada y situarse con un 14-12 en el marcador en el descanso. Los vigueses perdieron frescura y la segunda parte llegó con un protagonismo absoluto de los locales, que acabaron de reventar el bloque defensivo de un Octavio que sólo podía recurrir a los goles de Kobin y Rudovic. Fue el comienzo del fin: el Pilotes sólo conseguía estrellarse con una muralla naraja que consiguió ampliar su ventaja de forma alarmante.
El final: un juego loco con continuas pérdidas de balón provocado por la desesperación del Octavio, que se tiró a la piscina en busca del recorte de distancias. Astrauskas pidió un tiempo muerto a falta de siete minutos para el final en un intento desesperado por perder tiempo, detener la sangría y llevarse su segunda victoria. Y funcionó.