Los últimos de Filipinas abandonaron Conxemar. Mientras el presidente Feijóo pronunciaba las palabras de clausura, los operarios desmontaban los stands, quitaban los rótulos, pantallas, luces, mostradores y sillas.
Según el alcalde, la feria ha superado no sólo sus expectativas sino los resultados de la edición de 2008, “esto demuestra que Vigo tiene una enorme capacidad para remontar las crisis”. Las ventas se superaron tanto en lo que se refiere a pequeñas empresas como a acuerdos financieros.
Sin embargo, el optimismo de Abel Caballero no era compartido, el día de la presentación de la feria, por su presidente. “Por primera vez la demanda es menor que la oferta”, señalaba José Luis Freire, según sus datos, las dificultades económicas han restado este año expositores (alrededor de un 17%) con respecto a la edición anterior, ya que de los 647 que se dieron cita en Vigo el año pasado, se pasó a 536. Eso sí, toda la moqueta disponible en Ifevi, unos 31.500 metros cuadrados, estaba ocupada.
El ‘cazalangostino’ sale de su guarida
Entre aquellos últimos de Filipinas que se despedían de la feria estaban los especialistas en llevarse el género expuesto. Cajas de langostinos y cigalas, lomos de merluza, comida precocinada, mejillones, gambas, palos de cangrejo (que más de uno se metía en los bolsillos), gulas, hasta pulpo y un rape gigante con cara de sorprendido, desaparecieron de los escaparates y mostradores de los expositores.
Una mariscada por 6 euros
El negocio no es malo, por el precio de una entrada (6 €), era posible llenar bolsas de la compra, bolsos incluso carritos subidos para la ocasión. “Yo ya vine el año que viene y este he subido con mi marido y unas amigas, nos llevamos siete cajas de langostinos, una bolsa de pescado congelado para cada una, palitos de cangrejo, unas pinzas de no sé qué, que parecen de centolla, anguriñas…,me queda la cosa de no haberme llevado un bogavante”, nos comenta Maite, “¿pero es que no sabes que todo esto lo van a tirar? aquí no se queda”.
Lo mismo nos decía Lola, a la que se le caía una caja a la salida, “había menos que el año pasado, pero todos nos llevamos algo para casa”, ríe, “yo me he traído la bolsa de la compra y está el hijo de una amiga esperándonos con el coche…tampoco es que me resuelva el mes, pero ahí llevo por lo menos 150 o 180 euros de comida”, dice despidiéndose.
A las cuatro de la tarde ya había gente esperando en algunas puertas y mucha más preguntando a los expositores si les daban el género, “a nosotras no nos importa dárselo, pero te agobian mucho, además aún no han pasado las autoridades y queda feo ver esto medio vacío”, nos comenta la responsable de una empresa.
Otros beneficiados de este último día son las azafatas, expositores, clientes, a los que se podía ver también cargando los maleteros, proveedores, operarios y todos aquellos que no hubiesen llegado a la feria en avión, que tenían que conformarse con folletos y revistas, entre ellos algún asistente de Feijóo que guardaba algún ‘recuerdo’ en uno de los coches de la comitiva que acompañaba al presidente.
Obras de caridad
La otra cara es la de las entidades benéficas a las que los expositores entregan los alimentos. Algo que Pescapuerta lleva haciendo años. Por la mañana una hermana del Asilo de Alcabre habló con su director que le reservó lo que tenía en el stand. Por la tarde, acompañada de un grupo de voluntarios de San Miguel Arcángel, todos uniformados, cargaba todos los alimentos en una furgoneta.
Otras firmas entregaron todo lo expuesto a Remar, de ayuda al toxicómano, los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres, a los que, además suele ayudar el Restaurante El Molino, el Comedor de los Pobres y otras asociaciones dedicadas a labores sociales, como Cáritas: en total cerca de una tonelada de alimentos de primera calidad.
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