JOSÉ MANUEL PENA/ Las separaciones y los divorcios constituyen escenarios donde se representa con dureza y amargura la violencia familiar. La mayoría de los hombres y las mujeres considera el matrimonio un espacio esencial en su búsqueda de la felicidad y más del 95 por ciento lo demuestra casándose. Al mismo tiempo, cada día más parejas deciden romper una relación que se ha convertido en fuente permanente de desdicha.
El profesor de Psiquiatría, Luis Rojas Marcos, escribió sobre la violencia doméstica y reflexiona sobre la violencia en la intimidad diciendo cosas tan interesantes y sorprendentes como que para la mayoría de las mujeres la violencia empieza en el hogar, a manos de los padres, de los hermanos o de la pareja. Al contrario de lo que sucede con los hombres, más de las dos terceras partes de los actos violentos perpetrados contra mujeres, incluidas las violaciones, son cometidos por algún familiar o persona cercana.
Además de las lesiones físicas, la violencia familiar causa en las víctimas graves trastornos emocionales al destruir su autoestima y su confianza. Las vejaciones de mujeres y niños en la intimidad del hogar han sido en gran medida amparadas por viejos y opresivos principios sociales y usos culturales que han promulgado la subordinación casi absoluta de la mujer al hombre y de los pequeños a sus progenitores. Rojas Marcos reconoce que la cultura es como la sal en la sopa, no se ve pero hace mucho. El filósofo Aristóteles decía que las mujeres son seres con muy poca capacidad para razonar y Tomás de Aquino escribió que “el hombre está por encima de la mujer, como Cristo está sobre el hombre”, en fin… Sobran las palabras.