JOSÉ MANUEL PENA/ Llama la atención que, en algunas localidades de la Ría de Arousa, ciertos padres y madres se quejen de que hay pequeños grupos de jóvenes que no trabajan ni estudian, permaneciendo todo el día en las calles incurriendo en actividades delictivas, como robos, destrozos en propiedades privadas o bienes públicos, etc…
Estos padres parecen no ser conscientes que tenemos los hijos que creamos a nuestra imagen y semejanza. Nos encanta el conformismo y la comodidad de que sean los profesores, en la escuela, los que eduquen a nuestros hijos… ¿Y los padres qué hacemos? Tomándonos copas hasta el amanecer, estando horas hipnotizados ante la caja tonta sin hablar con nuestros hijos, programando viajes de placer para disfrutar de nuestros días libres, sin contar con ellos… Luego somos los primeros en criminalizar las acciones u omisiones de nuestros hijos, menuda hipocresía.
Los jóvenes siempre fuimos, y ahora no va a ser menos, rebeldes e inconformistas, si ahora hay muchos que no estudian ni trabajan, siendo menores de edad, la responsabilidad es de los progenitores y de la sociedad en general, entiéndase políticos, educadores, administración, empresarios… Hay que ofrecer alternativas a los jóvenes para que tomen conciencia de sus actos, haciéndolos sentir responsables que no culpables. Motivarlos para que den lo mejor de ellos mismos.
Eso quizás sea el error de algunos padres que creen que si sus hijos son así, ellos no tienen culpa alguna. Los niños ya desde pequeños, a pesar de su aparente rebeldía o apatía, son muy conscientes porque rechazan todo lo que les es impuesto por medio de la coacción. La privación de libertad y la persecución no soluciona el problema, en cambio el cariño, la atención y el amor de muchos padres podrían convertir a estos jóvenes en personas totalmente integradas en la sociedad. Para ello tienen que tener las mismas oportunidades que todos los demás y no sentirse señalados.