JOSÉ MANUEL PENA/ Además del hambre y la pobreza que sufrieron nuestros paisanos en la postguerra española hasta bien entrada la década de los años cincuenta, la falta de libertad y la represión ejercida por los ‘vencedores’ en la contienda civil fue cruel, sin cuartel, sistemática y duradera en el tiempo. Franco continuó las matanzas de inocentes hasta unos días antes de su muerte firmando sus últimas sentencias de muerte de los presos políticos.
En España, según los estudiosos en la materia, arrastramos un déficit y amnesia histórica colectiva que no se ha empezado a solventar hasta no hace mucho tiempo, gracias a la insistencia de las víctimas que reclamaban la restitución jurídica de los bienes y valores arrebatados de manera inquisitorial por una dictadura consentida alegremente por las democracias que la rodeaban.
Ahora, gracias a entidades como la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica, se quiere sacar del olvido a los miles de ciudadanos españoles que fueron víctimas de la política sistemática de desapariciones, asesinatos y represión clandestina, consentida por la mayoría de la sociedad gracias a los estereotipos y verdades ofrecidas por el régimen y profundamente arraigadas en la cultura dominante de los ‘vencedores’.
En Cambados se quiso homenajear a dos de estas víctimas del franquismo que fueron dos de los cuerpos desenterrados en una de las centenares de fosas comunes que utilizaban para ocultar a las personas opositoras al régimen, cuyo único pecado era tener ideas propias y creer en la libertad. Esto sucede ahora gracias a que los supervivientes y sus descendientes no admiten que se pase una página abominable de nuestra reciente historia, creando aun así una polémica estéril e incomprensible entre personas y entidades que no comprenden los derechos de las mismas, mientras que en otros países las violaciones de los Derechos Humanos producidas por regímenes dictatoriales ya fueron sometidos al juicio de la historia en su momento, como por otra parte era de justicia.