Los ataques tienen que ver directamente con el juego en el que empiezan a despuntar “líderes agresivos” que se imponen a los pequeños más cohibidos y menos dados relacionarse con sus compañeros. La manera de acabar con este comportamiento y prevenirlo, es observar el comportamiento de los niños, reflejar el mismo en los informes escolares, detallar las relaciones que hay entre ellos y hablar con los pequeños, explica la profesora Ortega.
Según sus conclusiones, mientras que 3 de cada 7 agredidos responden con violencia a los ataques, la mitad sólo se defienden “pero actúan como víctimas pasivas”. En el primer caso la represalia más común es destruir el material escolar o las carteras de sus compañeros, algo que hacen una cuarta parte de quienes sufren la agresión, también el llamativo que en el 65% de los casos, tanto agresores como víctimas recurren a la violencia verbal.
Sin embargo, según el estudio, lo más peligroso de todo es que casi el 60% de los niños no se meten en esta clase de agresiones y son simples “espectadores” del Bullyng, algo que en opinión de los expertos, es interpretado por la víctima como una posición “cercana al agresor”, lo que hace que se convenza de que lo que le pasa no le importa al resto de sus compañeros, “lo que le causa un estado de tristeza y aislamiento”.
Por ello es esencial que los profesores se tomen muy en serio este fenómeno impulsando medidas en común con todos los que forman la clase como única manera de evitar las agresiones. La profesora Ortega alerta de las “tremendas” consecuencias que puede tener no atajar este comportamiento agresivo, especialmente ayudando a las víctimas que, en la mayor parte de los casos, son niños con los que no es fácil hacer amistad o que no resultan “atractivos” como amigos, lo que le hace mucho más difícil que reciban ayuda del resto de sus compañeros.