Z. ALONSO (Vigoalminuto-Grand Voyager)/ Pasar de hacer de turista a tener que meterse en la oficina es casi inhumano. Aunque el viaje ha sido corto, después de despertarte cada mañana en una ciudad distinta volver a abrir los ojos y escuchar al vecino cómo le grita a los niños para que se den prisa te sumen en una especie de depresión postvacacional que te deja los biorritmos por los suelos. Ahora mi leche con galletas se va a quedar triste al lado del opíparo desayuno en la terraza frente al mar con la brisa del puerto de fondo antes de conocer un nuevo destino.
Atrás se queda un viaje lleno de curiosidades y de pasajeros muy particulares. En la salida inaugural del ‘Grand Voyager’ desde Vigo se embarcaron desde despedidas de soltera hasta un matrimonio de ancianos que celebró su 62 aniversario de bodas pasando por el altar en alta mar. En esta ocasión fue el capitán del barco, Antonio Toledo, el que ejerció de maestro de ceremonias de la segunda boda de Benita y Danilo. E incluso en su día fueron detallistas: los octogenarios obsequiaron a Toledo con un pequeño rosario para desearle suerte en sus travesías y en su matrimonio. Tampoco faltaron los grupos de amigos, las parejas jóvenes o los matrimonios con hijos, algunos de ellos incluso salieron del barco vestidos con el uniforme del colegio para ir directos a clase después de dos días y medio de relax a bordo del crucero.
Al final el bamboleo del barco se convirtió en un amigo más con el que convivir y al que tolerar, aunque como en tierra firme no hay nada. El regreso de Portimao a Vigo tirado en una tumbona al sol cerca de la piscina te permitía apreciar el meneo que le metía al agua, eso cuando la modorra te permitía abrir los ojos. A partir de las 7 de la tarde te invade la nostalgia antes de tiempo y ya echas de menos lo que mañana te va a faltar. Una buena cena sobre la mesa; animación, música y juegos para entretenerte; los cócteles en cubierta; el trato exquisito de la tripulación; cerrar la discoteca después de una noche bailando… Todo menos la conexión a internet, cara, terrorífica y desquiciante: un cuarto de hora sólo para abrir el correo. En fin, debe ser una señal del cielo de que en vacaciones no deberíamos estar en contacto con el mundo real.
Desembarcar también es un tanto peculiar: puedes dejar tu maleta a las 2 de la madrugada en la puerta para que te la baje la tripulación. El riesgo es que si no tienes una mochila o una bolsa tendrás que llevarte el pijama y el cepillo de dientes bajo el brazo. A las 8 de la mañana tienes que estar fuera de tu cuarto. Guarda el equipaje de mano en el teatro y vete a desayunar y a disfrutar de los últimos rayos de sol mientras la Autoridad Portuaria le da permiso para abrir puertas. El desembarque va por plantas, comenzando siempre por la más alta, aunque si te llevaste la maleta a cuestas en cuanto pongan la pasarela podrás salir a tierra firme, pasar el control y volver a tu rutina.
Para los que se estén animando a viajar, sólo un par de recomendaciones:
-El bañador y la crema solar siempre en la maleta, que la brisa es muy traidora.
–Si no te gusta viajar con excursiones planificadas no te preocupes: da igual el destino, Tánger o Lisboa, siempre habrá alternativas para callejear. En muchos lugares los propios taxistas para sacarse un dinero tienen rutas para equis horas en las que ver las principales cosas de la ciudad.
-Si dejas la habitación patas arriba es probable que a la vuelta te la encuentres pulcra y ordenada y con un elefante hecho con toallas dándote la bienvenida en la cama. Te entrará complejo de culpa. Si sientes curiosidad y quieres aprender a hacer muñecos con las toallas no te preocupes, en el barco te venden un libro de toalloflexia.
-El diario de a bordo que cada noche te dejan en el camarote es muy útil para no perderse las actividades del barco. Además te da la información de protocolo en caso de noches especiales, como la cena de gala, la noche blanca… Y trae el número de contacto del touroperador en tierra por si tienes algún problema.
Yo, ahora que he aprendido todo esto, echaré de menos mis Harry Potter o mis San Francisco mientras espero en el Piano Bar.