JOSÉ MANUEL PENA/ Hace más de dos décadas un numeroso grupo de madres coraje se unieron para denunciar las consecuencias del narcotráfico en la Ría de Arousa así como la dependencia que padecían muchos jóvenes hacia las sustancias estupefacientes que provocaron sangrantes conflictos sociales y familiares. Madres con hijos enganchados a las drogas, falta de sensibilización, rechazo social, apatía política y un lucrativo negocio para unos pocos llegaron a ser situaciones demasiado habituales en una época difícil para muchas familias humildes que veían anulados o perdían a alguno de sus miembros más jóvenes por culpa de las drogas y los grandes capos.
Gracias a esas madres, varios años después, fueron muchos los jóvenes que lograron engancharse a la vida. Nació la idea de la prevención y la rehabilitación, con el nacimiento de asociaciones y centros terapéuticos a nivel comarcal. Ahora el enemigo y el culpable principal era el narcotraficante para la mayoría de la sociedad y el drogodependiente una persona enferma que necesita toda la ayuda y más.
A pesar de todo la droga continúa siendo un problema social en muchas localidades de ambos márgenes de la Ría de Arousa. Hay demasiados intereses creados que benefician a algunas personas y es un negocio que mueve mucho dinero, a costa de la debilidad de los consumidores habituales que necesitan su dosis diaria para engañar a sus temores ante la asunción de responsabilidades en una sociedad cada vez más competitiva e individualista, donde los valores humanos no son muy bien vistos. La idea inicial de aquellas valientes “madres coraje” aún siguen vigentes. Todos deberíamos ser conscientes de ello y si de verdad queremos ganar la guerra definitiva al narcotráfico y a todas las consecuencias sociales que ello comporta deberíamos gritar, sin miedo: ¡sigamos luchando…!