JOSÉ MANUEL PENA/ Llama mucho la atención la hipocresía que se genera en ciertos sectores sociales cuando se habla de corrupción, fraude, estafa o ilegalidad y cuando además todo esto es achacable a personajes famosos, políticos o servidores públicos. Mientras tanto, la mayoría de nosotros vivimos rodeados de personas “humildes” y “respetables” que perciben pensiones de invalidez de manera fraudulenta e injusta, que trabajan mientras ya están jubilados o bien perciben prestaciones por desempleo o simplemente obtienen la baja médica por enfermedad y continúan trabajando de manera ilegal, formando parte de las miles de personas que, en nuestro país, se acostumbraron a vivir al margen de la Ley a costa del Estado.
Luego estas personas son las primeras en criticar a los políticos, cuando deberían ser las primeras en dar ejemplo. En realidad somos como niños en cuanto a nuestra educación política. No entendemos el principio de que el bien público es también nuestro propio bien. No nos importa defraudar conscientemente a la AEAT, a la seguridad social o al INEM si con ello somos capaces de mantener nuestro nivel de vida y el prestigio social. En un país donde la picaresca es habitual está bien visto el trabajar en beneficio propio para defraudar al Estado que el ser una persona honrada que vive únicamente de su trabajo.
Criticamos a una sociedad a la que contribuimos y que deseamos perdure para sacrificarnos en beneficio propio en vez de en favor de los demás. Actualmente la crisis económica y de valores está poniendo a prueba a centenares de personas y familias que no quieren perder sus privilegios ni el poder de hacer lo que les viene en gana sin importarles la suerte de la mayoría de las familias más humildes y con escasos recursos materiales. Para cambiar esa situación los gobernantes tienen que permanecer como los servidores del pueblo, hacer lo que desea la mayoría de la sociedad y tomar decisiones.