Una ventana abierta al blog personal de José Yuste Frías, profesor de la Universidade de Vigo y miembro del Grupo T&P, Traducción y Paratraducción. Porque la traducción va más allá del lenguaje…
«Sin gobierno y sumergido en una grave crisis política», Bélgica se convirtió el 29 de abril de 2010 (Cf. la edición digital de Le Monde), en el primer país occidental en prohibir el uso del velo islámico integral en todos los espacios públicos: calles, caminos, jardines públicos, instalaciones deportivas o cualquier otro edificio destinado al uso público. La verdad es que el texto no menciona textualmente las palabras «burka» o «niqab» sino que hace una referencia general a toda vestimenta que oculte o disimule el rostro hasta tal punto que no se pueda identificar a la persona en casos de control de identidad por cuestiones de seguridad. La sanción correspondiente puede ir desde una multa hasta una condena de prisión de uno a siete días. ¿Por qué prohibir una indumentaria totalmente inofensiva si la persona no se niega a ser identificada? ¿Acaso el próximo invierno nadie podrá pasearse por el espacio público belga con cualquier prenda que oculte su rostro aunque se la vaya a poner, simplemente, porque tenga frío (bufanda, pasamontañas, casco integral de moto que el mensajero de turno sigue llevando cuando ha dejado aparcada su moto)?
En España, con la polémica del velo islámico se está empezando a producir una voluntaria confusión que, bajo una perspectiva estrictamente europeo occidental, amalgama, por un lado, el propio velo como símbolo religioso y, por otro, el código social implícito en su uso oriental: las mujeres tienen la obligación de aparecer veladas en público con el fin de reservar sus «encantos» sólo y exclusivamente para sus maridos, lo cual constituye, evidentemente, una clara e intolerable discriminación social hacia la mujer. Esta confusión permanente falsea el debate al quererlo situar casi siempre en el exclusivo plano del origen misógino del uso del velo cuando debería ser también un debate democrático sobre las libertades y la construcción de una sociedad basada en la tolerancia y el respeto de la religión elegida libremente por cada mujer.
No quiero entrar a valorar las crispaciones e incoherencias de los falsos debates, todos ellos sensacionalistas, que tanto han pululado este mes de abril en las tertulias de casi todos los medios españoles donde, haciendo prueba de una ignorancia supina sobre la cultura del Otro, se ha llegado a considerar a la mujer que osa llevar el velo como una mujer maltratada, sometida a la falocracia del misógino musulmán de turno ya sea éste el padre, el hermano o el marido. Quienes siguen vociferando este tipo de discurso estigmatizan sin pudor alguno, una y otra vez, a la mujer musulmana con velo tildándola incluso de analfabeta, sumisa, anacrónica y hasta de fea porque vela su rostro.
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