MANUEL VÁZQUEZ/ Ese podría ser el título de lo que va del mandato municipal del cogobierno de PSOE y BNG en Vigo. Una coalición que, en otras proporciones, eso está más cantado que la Macarena, se repetirá el próximo mayo. Hoy el alcalde, el más beneficiado de ese pacto (se ha quedado con la foto de la inauguración de la Porta do Sol, la obra más visible de su lugarteniente, la del premio a la mejor labor deportiva, la de la supresión de barreras arquitectónicas, el amago de Universiada, el ascenso del Coruxo y hoy la del nuevo auditorio municipal), se congratulará de todo lo que ha hecho en estos tres años mientras en la Tenencia de Alcaldía y en los despachos municipales del PP no saben por donde vienen los tiros.
Esta situación recuerda a aquella que vivió Pepe Orozco, el alcalde de Lugo, que tras coaligarse con el Bloque para llegar la primera vez a la Alcaldía, se deshizo de los nacionalistas después de chuparles el tuétano, en su segundo mandato, ya con mayoría absoluta, y en este tercero, a un solo concejal de la misma, y no ha vuelto a llamarles o a escribirles. Eso es lo que pasará aquí, pero con una diferencia: Orozco temía a la oposición del PP y Caballero la ningunea, contraprograma, vapulea, ignora, ridiculiza y saca de sus casillas (por cierto, un saludo a Sara Carbonero que me estará escuchando).
En estos tres años, el alcalde que más millones y más ministros ha tenido a su disposición en la historia de la ciudad, se ha sobrado y bastado para hacer calles a mansalva, empezar una estación, oponerse a la fusión de las cajas sacándole más jugo electoral a la cosa que a seis kilos de pomelos, inaugurar tres parkings, media docena de parques infantiles, proyectar un nuevo ayuntamiento, una ‘Plaza de San Pedro’ en Vía Norte, estar a punto de acabar un auditorio, mandar a decenas de niños a aprender inglés, pedir el coche eléctrico para Citroën, colocar más bancos que el Chase Manhatan, traerse al Juan Sebastián Elcano y hasta volverse sideral anunciando el bautizo, que oficiará él, de un planeta que lleva el nombre de la ciudad.
Y eso que no ha cumplido una sola de sus promesas electorales: nada de guarderías, nada de los 4.000 pisos de protección oficial, ni mencionemos el pleno empleo, el AVE en 2012…ni en 2015, por lo que se ve, nada de depuradora, menos de la Cidade da Xustiza, ni hablar del teleférico desde A Guía y ya nada que decir de aquel desaforado proyecto de Nouvel o el World Trade Center que, nada por aquí ni por allá, abracadabra pata de cabra, que se sacó de la levita cuando mandaba en el Puerto.
Ni falta que le hacen. Mientras él inaugura, la oposición habla de temas tan sensibles como el aparcamiento subterráneo de la Praza de Portugal, el Plan Económico Financiero, quitar el gallego como lengua oficial del Concello, el reglamento de los Plenos, poner una fuente tras el Muelle de Trasatlánticos, el pintado de las líneas de l calzada o los vigilantes de la playa, asuntos que quitan el sueño a las 9.000 familias viguesas en las que no trabaja nadie. Y es que así cualquiera puede organizar una fiesta para celebrar tres años de alcalde y empezar a preparar a de la victoria y hasta los 25 años de paz.