Diez horas de secuestro que no acabaron bien ni para los retenidos ni para el captor. Siete rehenes fallecían en una operación de rescate de las fuerzas especiales filipinas en un autobús de Manila en el que permanecían retenidas unas 25 personas.
El secuestrador, un ex policía, Rolando del Rosario, decidió de madrugada subirse al autobús armado con un fusil como medida de protesta porque había sido expulsado del cuerpo en enero por delitos de robo, extorsión y tráfico de drogas cometidos en 2008. La medida, que intentaba conseguir su reincorporación al cuerpo, ha acabado con su vida tras un tiroteo con la policía.
De los viajeros del bus, 9 fueron liberados a lo largo del secuestro y el conductor pudo escapar durante la operación de la policía. Sin embargo, el secuestrador cumplió su palabra de empezar a matar rehenes si seguían acercándose los agentes, que intentaron arrancar puertas y romper el parabrisas para entrar.