A un mes de cumplir los 43, Julia Roberts ha aparecido en el 58º Festival Internacional de Cine de San Sebastián más radiante que nunca. Y lo hace por partida doble: para presentar su última película, ‘Come, reza, ama’, donde comparte escenario con Javier Bardem, y para recibir el Premio Donosti a toda una carrera de manos de su compañero de reparto.
Nerviosa, sin gran cosa preparada, la actriz americana se enfrenta al público con el pánico del principiante. A lo mejor es el precio que hay que pagar por poder permitirse el lujo de compaginar la absorbente vida de Hollywood con su vida familiar, lo que la ha llevado a convertirse en una especie de Guadiana y a desaparecer del panorama artístico por temporadas. No lo hecha de menos, está convencida de que los papeles van a ella sin tener que buscarlos.
El último, el protagonista en el film de Ryan Murphy, en el que representa a Elizabeth Gilbert, una recién divorciada que se va a dar la vuelta al mundo para encontrar su propio camino y encontrarse a sí misma. Un papel en el que ha participado después de llegar al consenso familiar, ya que cualquier rodaje te hace desaparecer casi del mapa hogareño.