Dilma Rousseff tiene todo a su favor para suceder a Lula da Silva en la Presidencia de Brasil y convertirse, de paso, en la primera mujer que detenta ese cargo. Ayer, la antigua jefe del gabinete de Lula se deshizo casi sin despeinarse de sus potenciales candidatos en un debate retransmitido por la cadena de televisión O Globo y reafirmó que el domingo puede ganar con más de la mitad de los votos y sin necesidad de acudir a una hipotética segunda vuelta el día 31 de octubre.
Sus contrincantes pasaron de puntillas sobre los escándalos de corrupción que han molestado al presidente, y por extensión a su candidata, los últimos meses y sólo José Serra, que sigue a Rouseff en las encuestas, mencionó la compra de votos que involucró al partido de Da Silva hace cinco años.
Los otros contendientes, Marina Silva, del Partido Verde, y Plinio de Arruda Sampaio, socialista, le echaron en cara a Dilma el empeoramiento del sistema nacional de salud y la inoperancia del gobierno a la hora de construir viviendas suficientes para cubrir la demanda del país, pero se encontraron con una Rousseff que desgranó los logros de Lula que, aseguró están haciendo de Brasil un país desarrollado.
Y no hubo más. Tras el debate las encuestas le daban a la candidata una cómoda mayoría del 52% , sólo 5 puntos menos que hace una semana, pero por encima de la mitad de los votos válidos que le llegarían para ganar dentro de dos días.