La quinta jornada de movilizaciones en Francia ha demostrado el poder que tienen los sindicatos en aquel país. Las centrales, pese a lo reiterado de las protestas, han sido capaces de mantener una movilización durante la cual decenas de miles de trabajadores salieron a la calle para protestar contra la reforma de las pensiones en la que se ha empeñado el Gobierno Sarkozy.
Los sindicatos centran sus acciones contra la pretensión de retrasar la edad mínima de jubilación de los 60 a los 62 años, y para dejar clara su determinación han conseguido cerrar el oleoducto que abastece a París, así, y esto es lo más grave a los aeropuertos de la capital, bloqueando completamente la entrada y salida de las refinerías. Ello podría dejar sin abastecimiento en las próximas horas a la terminal Charles de Gaulle, lo que ocasionaría no sólo la paralización de una parte muy importante del tráfico aéreo francés, sino el tránsito de toda la Unión Europea.
Sin embargo el Gobierno no ha movido sus posiciones ni un ápice y ha reiterado que está determinado a llevar a cabo esta reforma para acabar con el crecimiento del déficit hasta recortarlo a 50.000 millones en los próximos 10 años, un objetivo imposible, asegura, si no se controla el gasto de las pensiones.
A estas horas, ambas partes se han enzarzado en una discusión sobre el número de asistentes a las manifestaciones, algo en lo que parece improbable que las posturas estén mínimamente cercanas, si se considera que el martes mientras los sindicatos aseguraban que habían reunido a 3 millones y medio de personas, el Ministerio del Interior redujo la cifra a menos de la tercera parte.
