Es deporte de reyes, pero Hipólito Fernández y su mujer, Mari, dueños del Centro Hípico La Muralla, han hecho llegar la hípica a todo el mundo. Por sus manos pasan cada año más de 240 vigueses, procedentes de todos los lugares de la ciudad, a los que les atraen los caballos por motivos que van desde el deseo de aprender a montar, la necesidad de combatir el estrés, hacer ejercicio, jugar al Horseball o tratar patologías musculares, relacionadas con la coordinación o mejorar el estado de quienes padecen autismo o hiperactividad mediante la hipoterapia.
“Se han conseguido resultados sorprendentes con niños autistas”, comenta Hipólito, “hemos visto como establecen con el caballo una relación de afecto que les ayuda, después, en su vida diaria”. Lo mismo pasa con aquellos que son hiperactivos “la equitación requiere una disciplina, el niño debe entenderse con el caballo y acostumbrarse a él, ello le obliga a adquirir una costumbre que ayuda a controlar sus reacciones y a interactuar con el animal y que sigue una vez desmonta”.
En ambos casos, como en el de personas con dificultades motoras o distrofias musculares, la hipoterapia ha logrado avances muy notables “hemos tenido casos de pequeños que casi no andaban o se mantenían de pie que han acabado haciendo una vida prácticamente normal”,indica Hipólito, quien explica que la misma técnica que se usa montando puede aplicarse a la hora de caminar “hay que acostumbrarse a decirle al cerebro: pie derecho, pie izquierdo, pie derecho, pie izquierdo, así hasta que el movimiento se hace mecánicamente y sin necesidad de pensar”.
Montando a caballo se activan 110 impulsos del cuerpo, que van desde la espalda, pasando por las piernas, las manos o la cabeza; es un deporte que requiere coordinación y “sobre todo equilibrio”, lo cual consigue que el jinete “se concentre completamente”, algo muy útil para quienes padecen estrés, “una vez en la silla, tienes que centrarte en lo qué haces y olvidarte de lo demás”.
Pero montar exige, sobre todo, paciencia. La postura de las manos en las riendas, de los pies en los estribos, la posición de la espalda, se repiten una y otra vez, lo mismo que los movimientos que se obliga a hacer al caballo, “tiene que notar que el líder es el jinete, pero se trata de un liderazgo por persistencia, indicándole una y otra vez qué debe de hacer, cómo o por dónde debe ir”, reitera Hipólito.
Este profesor de saltos, especialista en doma e impulsor del mejor equipo de Horseball de Galicia, sí que sabe de paciencia. Además de tener a 160 niños de entre 6 y 14 años como alumnos, hace años que decidió trasladarse con su mujer desde un cómodo piso en el centro de Vigo a las instalaciones que La Muralla tiene en Castrelos en las que su familia vive con 36 caballos. A ellos dedica las 24 horas del día y no es nada raro que deba levantarse de madrugada porque uno se ha puesto enfermo o que deba montar a todos a diario, un trabajo al que se une el alimentarlos, lavarlos o cepillarlos, “algo que hay que hacer todos los días” y que intenta inculcarles a sus alumnos… y los que conoce por su nombre, desde los que montan en Poni, hasta los que dominan ya los saltos.