JOSÉ MANUEL PENA/ Casi nadie los quiere, son como apestados sociales y casi siempre son culpados de la mayoría de los actos vandálicos y atracos que se producen en cualquier barrio, pueblo o ciudad. Son los drogodependientes, personas enfermas que necesitan atención y tratamiento, aunque sean hijos de familias humildes y no puedan costearse su desintoxicación en centros o entidades privadas.
¿Por qué en vez de instar a los poderes públicos demandando más vigilancia policial para evitar que esas personas se acerquen a sus barrios no se les exige que hagan lo posible para que se curen y dejen de ser ciudadanos de segunda? ¿Qué solucionamos trasladando el problema de una calle o de un barrio a otro? No podemos ser tan intolerantes e insolidarios con estas personas y culpabilizarlas de molestar al vecindario con su sola presencia.
Exijamos, a quien corresponda, que los saquen de las calles y sean tratados como cualquier otro ciudadano facilitándoles cursos de formación, tratamientos terapéuticos adecuados, apoyo psicológico…, tanto a ellos como a sus familiares para que asuman su situación y sean conscientes de la necesidad de curarse. Los drogodependientes son personas como las demás que tienen un problema y necesitan ayuda para poder reintegrarse en la sociedad.