JUAN MANUEL VIDAL */ Al evocar las revueltas sociales que se están produciendo en el mundo árabe, viene a mi mente un personaje histórico del que apenas se tiene conocimiento muy a pesar de sus impagables servicios. Me refiero a Domingo Badía, militar español, espía, arabista y aventurero quien, por encargo de Manuel Godoy, primer Ministro de Carlos IV, emprendió un largo viaje por territorios musulmanes, camuflado como notable descendiente de los Abbasíes bajo el nombre de Ali Bey el-Abbasí. Y le evoco porque sus relatos se refieren a un mundo que, desde entonces, ha evolucionado poco en muchos aspectos. Sin embargo, el impacto de la globalidad de las comunicaciones está condicionando un cambio que merece algunas reflexiones.
He de confesar que aún me cuesta trabajo creer que una revuelta no cuente con un motor necesario y autosuficiente para generar el desgaste necesario que termine por derrocar un sistema, un régimen, un liderazgo…en definitiva, darle jaque mate a quien, o a lo que, ha ostentado el poder, sea cual fuere su naturaleza. Cualquier consecuencia tiene por necesidad que tener alguna causa, aunque no aparezca de modo manifiesto.
He seguido con especial interés todos los acontecimientos que han venido produciéndose en el norte de África, especialmente desde principios de año, primero por la proximidad geográfica, luego por su importancia energética y finalmente por su trascendencia geo-estratégica.
Desde un prisma sociológico he de manejar todas las variables que se dan en este tablero internacional, con el Mediterráneo por escenario principal. La alianza de los países del eje occidental con estos regímenes había avalado hasta la fecha todo un teatro plagado de corrupciones; abusos de poder; fraudes electorales; represión ciudadana; ausencia de libertades fundamentales; ejército todo poderoso; pero todo procedente de arriba, de la cúspide hacia el pueblo.
A ello había que unir una población hasta ahora adocenada y sin conciencia de clase; escasamente preparada; muy religiosa, factor éste muy determinante a la hora de confundir a Occidente; sin recursos económicos; sin acceso a medios de información y mucho menos a tecnología de la comunicación; y finalmente cabría considerar también la escasa clase media existente, factor social equilibrador donde los haya.
Suelo emplear la metáfora de la aceleración de partículas como liberadoras, y por tanto productoras, de energía. Imagino que grano no hará granero, pero cuando son muchas las sinergias, las intenciones, las respuestas sociales, y éstas van cogiendo cuerpo, acaban produciendo un estallido social que, salvo represión contundente por las fuerzas y cuerpos de seguridad, pueden engendrar esos cambios añorados.
Pero estamos ante un fenómeno nuevo, aunque apenas ha empezado a atisbarse. Por un lado esta revuelta carece de ideología, según dicen los entendidos, no hay líderes y por tanto es difícil represaliar a nadie, porque si bien aparecen figuras representativas, como el caso del premio nobel egipcio El Baradei, no hay una determinación social que las encabece, porque no hay peticiones políticas expresas….solo deseo de derrocar el sistema corrupto, de ahí que cambios de gabinete, de caras, de miembros, no sirvan, porque lo que está podrido es el propio sistema.
Es una revuelta que no capitalizan los posibles candidatos políticos alternativos, como los Hermanos Musulmanes en el caso de Egipto, porque han desistido después de haber sido extinguidos tras procesos plebiscitarios que huelen a chamusquina. Al carecer de representación, no muestran un discurso político que pudiera haberse reclamado desde la base de la revuelta.
No es una revolución social al uso tradicional, de las que encabezaban las clases obreras, los desarrapados, los marginales; pero tampoco es una revuelta de la población aburguesada o de las clases medias pudientes, de escasa implantación como he comentado, entre otras cosas porque la población no tiene conciencia de clase, porque le han privado de cultura política, suplida por el presunto fundamentalismo religioso en aras a mantener en la poltrona a los mandamases.
Esta es una revolución germinal desde abajo, pero protagonizada casi en exclusiva por los jóvenes, un sector que, como en Egipto, supone el 33% de la población, que demanda prestaciones y servicios que conoce a través de las nuevas tecnologías y de sus conciudadanos emigrantes. Los gobernantes, hasta ahora, se bastaban con cercenar la libertad de expresión y de información, cerrando todas las vías de acceso, léase teléfono, TV, radio y prensa escrita. Pero no contaban con un mundo que ha crecido paralelo a nosotros, que es Internet.
El conocimiento de otras realidades lleva a la autoexigencia de la satisfacción de las mismas en terreno propio y no por delegación. Estamos ante l@s hij@s de la nueva burguesía, de una clase trabajadora que ha prosperado y que puede formar a sus hij@s en escuelas, dotarles de telefonía e informática, de Internet…Las nuevas actividades políticas ya se gestan por este conducto y su alcance supera el de cualquier campaña, acto, boca-oreja…
Pero sobre todo, el papel de las Redes Sociales está resultando decisivo. Ya no es un juego: es una herramienta sin límites, lejos del alcance que imaginaron sus creadores. La transmisión de información, bien por escrito o por soporte audiovisual, a través de las redes puede ser el desencadenante del derrumbe final de unos órganos que creían manejar todo el sistema y perpetuarse en él ad infinitum. De hecho, ya hablan de la generación Twistbook (acrónimo de Twitter y Facebook) o, como dice el maestro Castells, de la Wikirrevolución del jazmín.
Tan relevante o más es el papel que está jugando, o mejor dicho, que no está jugando, el ejército en los casos tunecino y egipcio, especialmente inactivo, por cuanto de su pasividad se produce el avance de las protestas sociales, con las que en buena medida simpatizan los propios soldados. Por primera vez los ostentadores del poder temen la reacción colectiva.
Fracasada la “división y victoria”, se enfrentan a un colectivo como el joven que no tiene nada que perder, porque ni tiene líderes, ni ideología, ni siquiera posesiones que requisar. Rivalizan con el peor enemigo posible: aquel indeterminado al que no se le puede poner rostro, es el protagonista “anonymous” de esta historia.
Tampoco podemos obviar el papel de convidados de piedra internacionales: Europa y EEUU, que han mantenido y consentido a ciertos caciques por mor de un neocolonialismo protector en forma de cobro en especia por medio de los recursos naturales, minerales, gas, petróleo, etc., independientemente de que se vulnerasen derechos fundamentales. Ahora, esos mismos, juran y perjuran que siempre han defendido el orden, la proporción y la armonía clásicas.
Lo que sí es evidente es la distancia tomada por el Presidente Obama con respecto a su ínclito y olvidable antecesor en el despacho oval, porque éste último ya habría mandado a la Sexta Flota con el Enterprise a la cabeza para defender a su aliado. Dice incluso El prestigioso The New York Times que ya se estaría trabajando en una transición pacífica y una salida honrosa para Mubarak. Respecto al papel de Israel, ese otro cantar, porque ha usado a Egipto como afín o intermediario, si bien nunca aliado, como escudo contra Irán y Palestina.
Empezaba diciendo que me costaba trabajo pensar que una revuelta no tuviera un urdidor, un gran manipulador o tejedor de redes de intereses, por el hecho de que varios países del mundo árabe reaccionaran casi al unísono por “simples revueltas sociales”, exceptuando el gesto de un joven de quemarse a lo bonzo para llamar la atención, que ha despertado más de una mente aletargada. Quizá sea muy ingenuo si creo a los que apuestan por una reacción espontánea ante tamaños estímulos negativos frente a un mundo en crisis. Quizá fuera un paranoico si me dejara llevar por el pensamiento recurrente de la mano negra yanquee, visto lo visto en Wikileaks. Pero no acabo de tenerlo claro.
Túnez ya ha visto derrocar al presidente Ben Alí; Egipto le ha expresado claramente a Mubarak su rechazo visceral; Abdallah de Jordania ha cambiado a todo el ejecutivo…Y todo parece indicar que esta espiral tiene visos de expandirse porque en verdad es toda la zona estratégica del norte de África la que necesita una remodelación. De ahí que no sería de extrañar que Libia, Yemen, Siria y Marruecos fueran los siguientes en vivir las presuntas convulsiones sociales en pos de gobiernos límpidos.
Quién sabe a qué intereses puede servir esta protesta, a quien puede beneficiar más estos alborotos, qué conexiones globales puede entorpecer o enturbiar, qué rutas comerciales puede bloquear, qué precios de materias primas o alimentos puede disparar, qué nuevo orden mundial querrán diseñar desde “el ala oeste” de cierta Casa, pero “la edad de la inocencia” a la que se refería la autora estadounidense Edith Wharton…ya pasó, ahora bien, el trabajo en la sombra de “los antropólogos de Uganda”… puede que no haya hecho sino comenzar. *Juan Manuel Vidal es sociólogo y periodista