Japón comienza a llorar a los miles de muertos previstos mientras intenta encontrar a los 88.000 desaparecidos y tiembla ante las consecuencias del terremoto de 8,9 grados que asoló ayer el archipiélago, sobre todo en la zona noreste. Una de las más graves, la explosión cerca del reactor número 1 de la central nuclear de Fukushima, al norte de Tokio, donde el nivel de radioactividad había aumentado de forma alarmante tras el fuerte seísmo hasta mil veces por encima de su nivel habitual.
La explosión ha dejado cuatro muertos y a varios trabajadores heridos, que trabajaban en la liberación de presión para intentar evitar una fusión en los reactores tras los fallos en el sistema de refrigeración. La liberación de mínimas cantidades de radiación ha obligado a ampliar el perímetro de seguridad a 20 km y a evacuar a unas 46.000 personas.
Nuevos datos oficiales
Por el momento la lista oficial de fallecidos ascienda ya a 703, aunque otras fuentes ya hablan de más de 1.200. Unos 50.000 militares se dedicarán a las labores de rescate en las provincias afectadas con 190 aviones y 25 barcos, apoyados por las fuerzas de seguridad estadounidenses. En un primer recuento hay al menos 3.400 edificios destruidos y 200 incendios.
Pero la alerta por el tsunami ha afectado también a la costa este de América. California ha sido por ahora el estado más afectado, con un muerto y tres personas arrastradas por el agua, una de ellas aún desaparecida. Además, dos volcanes en el este de Rusia y otro en Indonesia explotaron al mismo tiempo que se producía al mismo tiempo que el terremoto.
Las consecuencias económicas para el país pueden ser tremendas, ya que plantas automotrices, fábricas de productos electrónicos y refinerías han cerrado tras el seísmo, millones de empresas y hogares siguen sin electricidad y se han paralizado varias centrales nucleares. La Bolsa japonesa se ha desplomado, los transportes están paralizados y Sony, el gigante de la electrónica y uno de los mayores exportadores del país, ha cerrado seis plantas.