El conselleiro de Cultura no pega palo al agua. Al menos eso se deduce de la denuncia hecha por la diputada Concepción Burgo quien ha denunciado este lunes el estado de “abandono” en el que se encuentra la Muralla de Lugo que, por si el conselleiro, de nombre Roberto Varela, no tenía constancia de ello, es Patrimonio de la Humanidad.
Este buen hombre, que debería haber cumplido el acuerdo unánime, es decir, votado también por su partido, el PP, del Parlamento de Galicia en el que se acordó hacer accesible el monumento bimilenario y rehabilitar el mismo, se ha dedicado a actividades tan interesantes para el patrimonio cultural gallego como a instalar un stand en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, acudir al Entroido de Viana do Bolo, apostar por el termalismo para “prolongar el Xacobeo”, oponerse a la celebración del 125 aniversario de Castelao, “por sus ideas nacionalistas”, calificar el mercado asiático como “estratégico” para la cultura de Galicia o ir a Madrid a decir que Gaiás es un “nuevo templo del conocimiento y el saber”.
Mientras hacía este ridículo, su consellería ha reducido a la mínima expresión su aportación a la conservación no sólo de la Muralla, sino de otro patrimonio de la humanidad que está en el país: el Casco Vello de Santiago. Esta reducción afecta al 82% de los monumentos gallegos y a sus entornos que deberían de disponer de una inversión de 30 millones de euros anuales, y no cuentan ni con la tercera parte de ello.
