Son los resultados preliminares de los estudios que Greenpeace lleva realizando desde hace dos semanas en la costa japonesa de Fukushima, la más afectada por el terremoto que asoló Japón hace ya casi tres meses y que dejó en jaque a una de las mayores centrales nucleares del país. Según el informe, los expertos han encontrado unos niveles de radiación 50 veces mayores a lo permitido para el consumo en algas, pescado y marisco (todos ellos elementales en la dieta de la población), lo que es un síntoma inequívoco de que la central sigue vertiendo yodo y otros componentes radiactivos al mar.
La asociación ecologista envió a Francia y Bélgica las muestras recogidas, que ponen en evidencia que la contaminación se extiende sobre un área más amplia de lo que en principio se creía, sobre todo en yodo. Las consecuencias, graves y prolongadas en el tiempo.