No imaginamos la cara que se le habrá quedado a la familia al ver el borrador en el buzón de casa. Y no por la puñalada que le había dado Hacienda, sino porque el titular de la declaración de la Renta llevaba 20 años muerto. La familia recibió por error la declaración escrita además en catalán a pesar de haber sido enviada desde una oficina de Madrid, donde residía el fallecido. Todo lo contrario de lo que le sucedió hace unos días a Javier Arenas, que cuando pidió la declaración a la Agencia Tributaria lo tenían por muerto.