Si estás enamorado ya te puede entrar un toro bravo por la puerta de la cocina que tú te quedarás como si nada. La culpa es de la oxitocina, la hormona del amor, la misma que se segrega en grandes cantidades durante el parto y la lactancia y que, además de reforzar las relaciones sociales, evita que te quedes paralizado por el miedo cuando se percibe peligro y mantiene intactos nuestros reflejos, según ha averiguado un grupo de investigadores de la Universidad de Lausane, en Suiza.
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