Una ventana abierta al blog personal de José Yuste Frías, profesor de la Universidade de Vigo y miembro del Grupo T&P, Traducción y Paratraducción
Todo traductor sabe muy bien que la palabra croissant es un galicismo en español ya que la forma que debe emplearse, en un uso normativo de la lengua española, es cruasán porque así quedó registrado este préstamo de la lengua francesa desde que fue acuñado por la Real Academia Española en la vigésima segunda edición del DRAE. En efecto, cruasán resulta ser la correctísima transliteración en el alfabeto español de cómo se pronuncia la palabra croissant en francés [kʁwa’sɑ̃]. Nadie puede negar que en dicha transliteración normativa haya habido una perfecta paratraducción del sonido de la palabra francesa a la base articulatoria del español. Ahora bien, la realidad cotidiana del habla demuestra que ha habido, por parte de la RAE, muy poca, por no decir ninguna, traducción del sentido del famoso bollo francés.
Curasanes integrales para «curar sanos» o bien para «curar y estar sanos», como cada cual prefiera interpretar este cartel que también anuncia Magdalenas integrales o sin Azucar (sic). Todo el imaginario de la creación popular que supone la palabracurasán parece girar en torno al tema de la «curación» en su doble vertiente: física y espiritual. Existe un chiste (que, por cortesía y netiqueta, no reproduciré aquí) sobre dos brasileñas que entran en una panadería para pedir dos curasanes pronunciando la palabra con acento portugués (lo cual, por cierto, hace que el bollo sea homófono de la isla que forma el país de Curaçao) y la respuesta espetada por un cura allí presente. Alguna propiedad «curativa» debe tener la palabra curasáncuando una empresa alemana emplea dicho término para hablar de medicina regenerativa.
En cuanto a la segunda forma de transliteración, crusán, la primera sílaba «cru» parece recordar el signo de la cruz que debe hacerse con un cuchillo en la masa de hojaldre del bollo tras haberla dejado reposar dos horas: es la mejor forma de conseguir hacer así, con el rodillo, los cuatro pétalos necesarios para dejar la mantequilla en el centro de los mismos antes de volverlos a cerrar para plegar la masa en dos. La forma crusán se puede escuchar pronunciadas por una panadera y un panadero catalanes de Castellar de N’hug grabados en el programa España Directo de TVE cuando realizó un reportaje sobre «el cruasán más grande del mundo». Se trata de todo un kilo de cruasán, tan grande como la rueda de un coche o una señal de tráfico. En España hacemos todo a lo grande y si hay que hacer cruasanes, pues que sean «gigantes», oye… que la pela es la pela. Aunque sea a costa de meterse entre pecho y espalda «una masaza que no cruje más que en las puntas (y eso si hay suerte), con un pegajoso exterior almibarado desconocido en otros lugares del mundo y un hojaldre de goma que se te pega al paladar. Y que más o menos contiene la misma cantidad de mantequilla que un tarro de Tuilpán, o sea, cero», tal y como de forma magistral lo expresó, textualmente, Mikel López Iturriaga en su blog El Comidista.
Visto lo visto o, mejor dicho en este caso, comido lo comido, está muy claro que el curasánno es un croissant. El cruasán español no tiene nada que ver con la cumbre del refinamiento de la bollería que es el croissant francés. De hecho el propio Mikel López Iturriagareserva el término de curasanes para todos «esos ejemplares de engrudo horneado y barnizado con el que día tras día se desayunan miles de españoles» que no saben «a nada más que a azúcar, a harina y a sebo». Cabe hacerse la pregunta de por qué algo que nos aumenta las calorías y nos sube el colesterol haya podido llamarse con un nombre, curasanes, que, en lugar de aprentemente «curar y sanar» en los imaginarios recreados, «hiere y enferma» en la realidad…..leer más