A.I.-Deberian de hacer camisetas con la pregunta ‘¿Y tú, no te has visto con Dorribo?‘ Ahora que aún hace calor se verían más que si llevases una de cocodrilo en la tetilla. Todo cristo se ha reunido con este sujeto con pinta de cantamañanas de a voz en grito en el bar y para nada de empresario serio. Y esto me preocupa. No esto en sí, que este tipo tenga la pinta que le salga de los cojones, sino lo otro: que políticos con responsabilidades de gestión lo hayan recibido y quedado con él. Da igual si es para ir de caza, en una gasolinera o delante de taquífrafos, como dice el presidente. Que corte, estar hablando con alguien con taquígrafos presentes y tener que reprimir ese chiste verde o ese estiramiento de la goma calzoncillar, por si queda en acta. Al final parece que con el taquígrafo de cuerpo presente, el presidente se ve más obligado a hacer lo que dice que si uno queda con el tal Dorribo en un bar de carretera, en chandal y pasando las páginas del Marca…que hasta el taquígrafo el sábado anda en gayumbos por casa sacándose las pelotillas del ombligo.
¿Qué quería el tal Dorribo? Dinero. ¿Para qué? Para quedárselo, presuntamente, presuntamente. ¿Y qué querían quienes lo trataban? ¿Conocer a la secretaria de Dorribo? ¿Darlo de alta en el Face? ¿Por qué lo recibían y quedaban con él en Guitiriz? Porque Dorribo tenía algo que ofrecer. Me imagino que eso se preguntará en el juicio, “¿Dorribo, qué les ofreciste a estos señores? ¿Cómo se hace para colarse en despachos con esa pinta? Contesta a la segunda pregunta”.
Dorribo, que es muy suyo, les daba lo que querían: el mail de los tipos que le cortan los trajes y la marca de la gomina que usa. Rusa y muy exclusiva. A unos en el despacho, deslizando un papel con las señas sobre el escritorio, en silencio, para que no constase en acta, y a otros escrito en una servilleta de papel sobre la frase, ‘Gracias por su visita’.
Por eso y sólo por eso, la agenda de este Trump era un no parar, pim-pam, a las 9 un ministro, a las 11 un presidente y, si eso, a las 10, que me pasen al gerente. Ese es Dorribo. No hay más. Es el árbitro de la moda. Un mago de la economía de mercado, entre cuyos dedos choriceros se esfuman millones, presuntamente, presuntamente. “Sí, me vi con Dorribo, qué pasa?” Es una frase mezcla de osadía política y el grito de Loquillo en medio de ‘Rock`n Roll Star’. Una frase que, de momento nos ha salido a precio de crisis: un calote de 50 millones, presuntamente, presuntamente…que estáis ávidos de escandalazo.