Así es…o, al menos, eso dice el Vaticano. Exactamente la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, desde donde se ha indicado que el día 1 se celebra a todos los santos conocidos y anónimos que siguieron a Cristo hasta el final, mientras que el día 2 conmemora a todos los bautizados en Cristo, miembros de la Iglesia que han muerto y, por tanto, es un día de “austeridad y oración” para el recuerdo de los difuntos queridos.
Además, la Iglesia invita a quienes visitan los cementerios a rezar por sus seres queridos difuntos y esperar su resurrección y señala que que rezar, llevarles flores y pedir a Dios por su paz eterna es una prueba de amor hacia ellos, ya que “todos formamos parte de la Iglesia terrestre y celeste”.
Eso sí, la ha alertado de que la fiesta de Todos los Santos está perdiendo algo la referencia cristiana y está centrándose en las flores y adorno de las tumbas, algo que la Santa Sede lamenta ya que se trata de dar demasiada relevancia a aspectos materiales y poca a la oración y el recogimiento.