Japón conmemora este domingo el primer aniversario del mayor desastre natural de toda su historia: el seísmo de 9,0 grados registrado el 11 de marzo de 2011, que desencadenó un gigantesco tsunami que arrasó la costa este del país, y que dañó de forma irreparable la central nuclear de Fukushima hasta provocar una crisis nuclear como no había visto el mundo desde Chernobil.
El país recordará mañana a sus más de 15.800 muertos y más de 3.000 desaparecidos, además de los 120.000 hogares y edificios que resultaron destruidos y cuya reconstrucción se estima que costará más de 167.000 millones de euros. Parte de esta cantidad, alrededor de 16.000 millones, están siendo aportadas por la compañía gestora de la planta de Fukushima, la Tokyo Electric Power Co que cuenta con ayuda oficial.
La ceremonia principal tendrá lugar en el Teatro Nacional del Centro de Tokio, donde el emperador Akihito presidirá un homenaje a los fallecidos a pesar de las recomendaciones de su equipo médico, que le ha recomendado reposo tras ser dado de alta la semana pasada por una operación de bypass coronario. Junto a él estará el primer ministro Yoshihiko Noda, quien ha heredado las tareas de gestión de la crisis de manos de su predecesor, Naoto Kan quien, criticado por su lenta y confusa respuesta al desastre y finalmente incapaz de superar los conflictos internos de su partido, presentó su dimisión el pasado 25 de agosto.
Al margen de la ceremonia principal, se esperan simulacros de evacuación en numerosos puntos del país. Algunos de ellos introducirán una alerta nuclear similar a la emitida en Fukushima. Los trabajadores de la planta, mientras, mantendrán un minuto de silencio y la compañía emitirá un nuevo mensaje de disculpa por su responsabilidad en el desastre nuclear.
Una vez terminados los eventos, proseguirán las tareas de reconstrucción, en particular en las prefecturas más afectadas, como Iwate y, en especial, la ciudad de Rikuzentakata, completamente devorada por las aguas, Miyagi o la propia Fukushima, donde 160.000 de los evacuados siguen sin poder regresar a sus hogares, sin perspectivas de poder hacerlo en un futuro cercano por los elevados índices de radiación que todavía se registran.