Había generado una expectación que se transformó en un lleno completo de Castrelos. Más de 10.000 personas habían ido allí por él y Macaco estuvo a la altura. A la altura de lo que esperaba la gente de 20 años, que constituye el regimiento de su público, y los de 30 y 40 que se mueven aún mejor que estos del ipad, el ipod o el MP3.
Sin esperar más, arrancando con ‘Una sola voz’ y, venga, la gente adentro, desde el dedo al cielo hasta las poses, cantando con este intérprete de estrofas reivindicativas envueltas en reagee, hip-hop y que hasta explora la música afro, ¿para qué dejar nada fuera?
Fue el entrante de la presentación de “El Murmullo del Fuego”, el último trabajo del que todo el mundo ya se sabe la letra, menos algunos que andábamos por el foso intentando que el tipo estuviese un par de segundos estático para que la foto cuadrase…la del escenario, que la del parque ya estaba hecha desde que pasó por allí Martynez.
Y volvió Castrelos a recuperar aquellos tiempos en el que la música se escuchaba desde As Travesas, claro que nada que ver con otras circunstancias en las que todo parecía más improvisado.
Con el ‘Mono’, no hay de eso y todo, desde la iluminación que pasa del azul al amarillo, luego al rosa y al rojo, hasta su estética, los gestos, la coreografía que mete a la gente en el concierto, desde el ‘boas noites Vigo!’ y el dejar que parte de las canciones se canten desde el anfiteatro…desde luego con la ayuda, más que solvente y convincente de unos músicos que se lo traen muy currado…y, ¿por qué no decirlo?, que poner las entradas a precios de bolsillos de los 80, también hacen que la cosa vaya rodada. Pues eso.