Su huella permanecerá para siempre en el Mar de la Tranquilidad y su nombre ha pasado ya a la historia junto a los de Cristóbal Colón, Roald Amundsen o Robert Peary. Su pie fue el primero en pisar la Luna y su paseo, de dos horas y media por la superficie de nuestro satélite, uno de los hitos de la historia de la Humanidad. Era Neil Armstrong, un tipo que nunca quiso ser héroe y que hasta llegó a confesar que la famosa frase es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la Humanidad” no era suya, sino que había sido acordada antes de que el Apollo 11 despegase rumbo a la Luna.
Quien mejor describió a Armstrong, al que le daba alergia la fama, y que en los últimos 43 años apenas ha hablado de aquella misión, ha sido Michael Collins, curiosamente el único de los tres hombres, junto ‘Buzz Aldrin’ que iban en el Apollo y que no pisó la Luna: “era duro, sensible y callado”. Y lo era, su última frase, y puede que la más larga sobre aquella hazaña de 1969 la pronunció hace apenas unos meses en Australia, “fue algo especial y memorable pero momentáneo porque había trabajo que hacer”.
De ese carácter reservado, ha hablado su familia, quien no ha desvelado ni dónde ha muerto ni en qué lugar se le enterrará, “fue un héroe americano a su pesar que siempre creyó que sólo hacía su trabajo. Sirvió a su país con orgullo como piloto naval, piloto de pruebas y astronauta. Nunca dejó de ser un defensor de la aviación y de la exploración durante su vida y nunca perdió la pasión infantil que sentía por ellas. Siempre fue muy celoso de su intimidad. Pero siempre apreció las expresiones de buena voluntad de personas de todo el mundo”.
Prueba de esa humildad la dio a la vuelta de la Luna, cuando la NASA lo nombró vicepresidente: Armstrong apenas aguantó un año antes de volverse a dar clase a la Universidad de Cincinnati y presidir su propia empresa informática. Y ahí se le perdió la pista, puesto que apenas concedía entrevistas o hacía declaraciones, un comportamiento que fue una constante, hasta en su vida privada. Varios compañeros recuerdan que, años antes de embarcarse en el Apollo, perdió a una de sus hijas a causa de un cáncer, “se dedicó a su trabajo sin decir una palabra, nunca se quejó, nunca se lamentó y nunca dijo nada sobre ello, se dedicó en cuerpo y alma a su profesión y a la misión que acabaría en el primer alunizaje”.
Pasarían más de 40 años hasta que Armstrong aprovechase su fama y saliese de sus silencio, fue a principios de 2010, e hizo oír su voz en contra del recorte del presupuesto de la NASA del presidente Obama. Luego volvió a su empresa, a sus clases, a sus partidos de golf y a las comidas, siempre en el mismo lugar, con su mujer…pero nadie le ha escuchado decir una palabra sobre lo que hizo el 16 de julio de 1969, algo que nadie había hecho hasta entonces: ver la Tierra desde la superficie lunar.
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