Se cumplen exactamente 365 días desde que las imágenes de un Gadafi, primero, agonizando y, después, ya muerto, acapararon todos los medios de comunicación. El dictador había caído en manos de los rebeldes y, aunque todavía no está muy clara quién lo asesinó, con su muerte se ponía punto y final a un régimen autoritario
Pues un año después de la desaparición de Muamar Gadafi y del triunfo de la revolución libia las cosas no van mucho mejor. El caos y la inestabilidad política siguen inmersos en un país que continúa sin levantar cabeza.
Dos de los principales problemas son las debilidad de las instituciones y los numerosos grupos armados que siguen creando inseguridad ciudadana.
Tanto es así que las instituciones oficiales del Estado son, a día de hoy, bastante inexistentes y los revolucionarios dirigen todavía el país con numerosas faltas de libertad.
La influencia de grupos extremistas ligados a Al Qaeda cada vez más asentados se hizo patente el pasado mes de septiembre cuando un ataque al consulado de EEUU en Bengasi le costó la vida al embajador norteamericano y a otros tres agentes de la delegación.