Ni se irá del país y si tiene que morir lo hará allí. Hablamos del presidente de Siria, Bashar al Asad, quien advirtió este viernes -en una entrevista concedida a una televisión rusa- que no es “marioneta”.
Según el dictador sirio, “soy sirio, he nacido en Siria. Tengo que vivir y morir en Siria”, al tiempo que se mostró convencido de que Occidente vaya a intervenir en su país.
“Pienso que el precio de esa invasión, de producirse, será más elevado de lo que todo el mundo puede permitirse”, subrayó y alertó que los acontecimientos en Siria pueden desencadenar un “efecto dominó que influirá en todo el mundo desde al Atlántico hasta el Pacífico”.
Mientras el máximo dirigentes del régimen sirio hacía estas declaraciones, las matanzas y masacres en Siria siguen adelante con combates entre las tropas de Al Assad y las fuerzas rebeldes en la provincia de Hasaka, cerca de la frontera con Turquía.
El conflicto que se vive en Siria desde marzo de 2011 ha causado ya unos 27.000 muertos, mientras que 2,5 millones de personas necesitan ayuda humanitaria y más de 250.000 se han refugiado en países vecinos como Líbano, Jordania, Turquía e Irak.
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