Los protagonistas no iban a ser los protagonistas, el director era plato de segunda mesa, no iba a ambientarse en Marruecos, el guión se escribía de un día para otro, el título elegido no era el que se decidió finalmente….¡ah! y para los que van de puretas y citan como inolvidable el “tócala otra vez, Sam”, esta frase no se pronuncia, en ningún momento, en la película.
Sí, así es, este lunes hará 70 años que se estrenó ‘Casablanca’, considerada junto a ‘Ciudadano Kane’ o ‘El Padrino’ una de las mejores obras cinematográficas de la historia. Y ello pese a que todo aquello es verídico: su protagonista masculino iba a ser, agarraos, Ronald Reagan, a quien debía de darle la réplica Hedy Lamarr, idea que se desechó cuando el ex presidente, por suerte, decidió, como otros actores del momento, ponerse al servicio de su país durante la II Guerra Mundial. Con Reagan fuera, se llamó a Bogart, a su gabardina, su esmoquin blanco y su pitillo, menos mal y, a la vista de la poca química entre él y Lamarr se optó por una actriz joven, prometedora y con acento sueco para hacer de Ilsa, Ingrid Bergman.
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Por el medio se quedaron el director en el que se había pensado en un primer momento, William Wyler, y se dio el mando a Michael Curtiz, quien eligió, Wyler o dios le bendigan, para los papeles secundarios a unos impresionantes Claude Rains y Peter Lorre.
Con todo, el film, que había sido planificado como de propaganda para contribuir al esfuerzo de la Guerra, se fue transformando, sobre la marcha, en una historia de amor. Las escenas les llegaban a los actores de un día para otro y la historia se modificó una y otra vez. Tampoco se salvó de la ‘chapuza’ de producción, el cambio de título, de ‘Everybody Comes to Rick’s’, como se llamaba la obra de teatro en la que se basaba, por ‘Casablanca’, una vez que se decidió que no se rodaría en Lisboa, como se había decidido en un principio.
Las estrecheces del presupuesto obligaron a aprovechar la estación de ‘La extraña pareja’para rodar varias escenas, los actores, salvo en la secuencia en la que se muestra la llegada del mayor Strasser, que se realizó en el Aeropuerto Van Nuys, nunca salieron de los estudios de la Warner, donde se recreó el famoso café…y todo lo demás.
Los aciertos para acabar de hacerla una obra maestra, siempre sin pretenderlo, fueron la elección de Max Steiner para que compusiese la música y tuviese la habilidad para dejar que la canción ‘As time goes by’(‘El tiempo pasará’), de Herman Hupfeld, metiese a la cinta en la inmortalidad… y la elección del final. Eso se lo debe la historia a Hal B. Wallis, uno de los productores, quien decidió, tras haber terminado el rodaje, que la línea final de la película sería: “Louis, pienso que este es el comienzo de una bella amistad” («Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship»). Bogart tuvo que ser llamado un mes después de finalizada la filmación para doblar la frase…aunque se barajó rodar otro final, la de el capitán Renault y Rick saliendo por mar de Marruecos. En este caso, fue la opinión de un genio, David O. Selznick, la que salvó la situación, “¿¡qué demonios vais a hacer Jack?, déjala como está!”, se cuenta que le dijo al mismísimo Jack Warner. Y así se quedó…perfecta.