Apenas se recuperó una pequeña parte de los 118 sacos llenos de dinero que se llevaron los ladrones y estos solo pudieron ser capturados – y no todos – tras cometer un pequeño error: jugar una partida de Monopoly horas después de acabar el trabajo y dejar sus huellas en el tablero…huellas que dieron a Scotland Yard, la única pista que tenían sobre el golpe.
Se trata del ‘Asalto al tren de Glasgow’, considerado, 50 años después de haber sido perpetrado, como el ‘crimen perfecto’, que dejó pasmada a la Policía y a la sociedad británica, primero, y a medio mundo, después, el 8 de agosto de 1963.
El mismo fue ejecutado al segundo pese a que en el golpe – que Bruce Reynolds tardó años en planificar y que la sangre fría de Ronnie Biggs hizo posible – participaron, ni más ni menos, que 17 personas – quince ladrones y dos informadores – .
Pasadas las 3 de la madrugada, el tren, que rodaba a 65 kilómetros de Londres, se paró bajo el puente Bridego, en el condado inglés de Buckinghamshire. Los ladrones lograron, con una batería portátil, cambiar las luces del semáforo forzando al maquinista a parar. El día y la hora no se eligieron porque sí: uno de los informadores había confirmado que ese 8 de agosto el convoy iría repleto de dinero: los bancos habían cerrado su ejercicio tres días antes y, tras haber vaciado sus cajas fuertes, enviaban el dinero a Londres.
A bordo del tren iban el maquinista, Jack Mills, y su ayudante, que bajó para descubrir por qué se había parado el tren y se dio de bruces con los ladrones disfrazados de soldados, que le ataron sin mediar palabra y subieron al convoy.
Mills presentó resistencia y fue golpeado con una barra de metal por los delincuentes; fue la única violencia desplegada en la operación, que concluyó en pocos minutos con el robo de 118 de los 126 sacos de dinero, que desaparecieron en el interior de dos furgonetas y un camión…todo salió exactamente de acuerdo con el plan…salvo la partida de Monopoly.
Una vez que se dieron cuenta de que eran cercados por la Policía, intentaron huir, pero sólo lo lograron Reynolds y Biggs. Reynolds, tras someterse a cirugía estética huyó durante cinco años a México y Canadá y Biggs, pasó 31 años buscado, tras su fuga de prisión en 1965 hasta su captura en 2001, cuando volvió voluntariamente al Reino Unido.