Los investigadores han empezado la búsqueda de los restos de Miguel de Cervantes Saavedra que, según está documentado, fue enterrado en el año 1616 en el Convento de las Trinitarias Descalzas en Madrid.
Al principio, los investigadores usarán algunas técnicas no invasivas como un georradar y una cámara termográfica. Usando dicho georradar crearán un mapa tridimensional de todo el convento, especialmente de las cavidades que contienen fósiles en los muros y bajo el suelo del convento. La misma técnica permitirá radiografiar los restos de los enterrados en la iglesia.
En caso de ser exitosa la primera etapa, en la segunda empezarán las excavaciones arqueológicas, encabezadas por el antropólogo forense Francisco Etxeberría. Y la última etapa será el análisis de los restos y la observación histórica por parte del historiador Fernando Prado. Los investigadores esperan que así puedan encontrar los restos del escritor; además la aplicación de técnicas modernas incluso permitirá reconstruir su apariencia.
Eso sí, los científicos no podrán identificar al escritor usando análisis de ADN: para que esta técnica sea aplicada exitosamente hay que ‘comparar’ el ADN mitocondrial del escritor con su descendencia femenina. Y es una tarea imposible, ya que el escritor no tuvo nietas sobrevivientes. Descendientes femeninas las tuvo el hermano de Miguel de Cervantes, Rodrigo, pero 400 años después el ADN ya se encuentra demasiado mezclado para que el análisis sea adecuado.
Para identificar al escritor aplicarán el método de ‘caracterización antropológica’. Es decir, los investigadores compararán los restos hallados con sus rasgos físicos descritos en documentos históricos. “El mismo Cervantes se describe como un hombre cargado de espaldas, una nariz curva y solo seis dientes en la boca”, por lo cual, según Francisco Etxeberría. “buscamos un individuo que siendo varón tenga cerca de 70 años, que tenga artrosis en la columna vertebral, que le falten muchos dientes en la boca” y también alguien que sufrió en la batalla de Lepanto varias heridas de arcabuz: dos en el pecho y una en la mano izquierda que provocó su atrofia.
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