La emoción, el recuerdo, el agradecimiento a los vecinos de Angrois, a los Bomberos, Policía, Guardia Civil, Cruz Roja y los miembros de todos los Servicios de Emergencia, que se vivieron este jueves en una sencilla ceremonia justo al lado de la curva de A Grandeira, donde hace un año descarriló el tren Alvia causando 79 víctimas mortales y centenares de heridos, contrastó con el vergonzoso espectáculo a las puertas del recinto donde se entregaban las Medallas de Galicia.
Allí, agentes antidisturbios impidieron la entrada de varias de las víctimas, a las que hace solo un año los responsables públicos, del presidente de la Xunta al del Gobierno, pasando por el Rey, el anterior y el actual, o el secretario general de los socialistas, prometieron apoyo eterno y el esclarecimiento de las causas del accidente con frases como “llegaremos hasta las últimas consecuencias”.
El silencio cuando a las 20.41 horas, justo por el mismo lugar pasaba un tren Alvia que realizaba el mismo recorrido que en 2013, minutos después de que un grupo de niños, colocasen 82 rosas blancas con los nombres de cada una de las víctimas de la tragedia – las 79 personas que fallecieron en el descarrilamiento, dos víctimas que perecieron en meses posteriores y “una vida que viajaba en el tren y que no llegó a nacer”- nada tuvo que ver con el bochorno de ver a un grupo de políticos, que se ha negado a crear una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento de Galicia, intentando hacerse propaganda a costa de la tragedia entregando unas medallas, que no quisieron recibir los vecinos de Angrois, ni la mayoría de las víctimas.
“Pensaba que difícilmente saldría de allí con vida”, comentó en el inicio del acto en Angrois, Cristóbal González, que el 24 de julio viajaba en el Alvia, al que se había subido en Sanabria mientras hacía el Camino de Santiago. “Pero en medio de aquel dolor y aquel caos aparecieron los vecinos de Angrois que me dijeron, tranquilo, ya pasó todo”. “Hemos vuelto a nacer en Santiago y llevamos sangre gallega”, recalcó recordando a “las decenas de miles de gallegos que acudieron en masa a los hospitales a donar la sangre que necesitábamos”.
El testimonio más emotivo fue el de Carmen Beas, herida en el descarrilamiento y que, además, perdió en la tragedia a su pareja, quien recordó que las “cosas cambian en un instante”. Carmen relató que la mirada de aquella es el último recuerdo que tiene después de “años de no separarnos” y agradeció la presencia “fundamental de los vecinos” tras el accidente.
“En el tren se proyectaba la película ‘El lado bueno de las cosas’…siempre hay una parte buena, en este caso es la actuación de la sociedad gallega frente al desastre”. “Aunque la felicidad ya nunca será completa, reconforta recordar la entrega de la sociedad y de los cuerpos de emergencias. No habrá medallas ni homenajes que puedan pagar lo que hicieron por nosotros”.