Este domingo se cumplirá un año de la muerte de Asunta Basterra, una niña de 12 años cuyo cadáver apareció la madrugada del 21 al 22 de septiembre de 2013 en una pista forestal del concello de Teo, cerca de Santiago.
Los forenses determinaron que Asunta murió en un lugar distinto a la pista de Teo, que fue asfixiada y que durante meses se le había administrado Orfidal, un ansiolítico que, según indicaron los especialistas, anuló su capacidad de resistencia y su voluntad.
Dos días después de que dos hombres encontrasen el cadáver de la pequeña, su madre, Rosario Porto-una conocida abogada de Santiago- fue detenida y 24 horas más tarde, el instructor del caso, el juez José Antonio Väzquez Taín- titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Compostela- ordenó el arresto del padre de Asunta, Alfonso Basterra.
La investigación, señaló, desde el primer momento que los posibles responsables de la muerte de Asunta estaban en su entorno más cercano, un círculo que se estrechó hasta apuntar a sus padres. Los investigadores se basaron para llegar a esta conclusión en las contradicciones en las declaraciones de Rosario y Alfonso.
Cuando denunció en la comisaría la desaparición de Asunta, Porto contó que había salido de casa, en el centro de Santiago, alrededor de las 7 de la tarde, que Asunta se había quedado en casa, que al volver, algo más tarde de las 9 y media de la noche, la niña ya no estaba y que pensó que había ido a ver a su padre, que vive a pocos metros de distancia. A ese relato añadió otro poco creíble: que tiempo atrás, un desconocido había entrado en su piso y tratado de matar a la niña, algo que, indicó, no denunció.
Sin embargo, la declaración quedó desmentida por las imágenes de varias cámaras de seguridad de bancos de Compostela: grabaron a Rosario Porto con Asunta a la hora que su madre había dicho que estaba en casa. Las dos iban en un coche camino de la casa de Montouto, en Teo, donde Porto tenía una casa.
Ello hizo que el juez autorizase el registro de los pisos de Rosario Porto y Alfonso Basterra, además de la mencionada casa de Teo, en la que se encontraron varios trozos de cuerda idénticos a los que estaban cerca del cadáver de Asunta. A ello se sumaron las pruebas forenses: la niña había sido sedada durante, al menos tres meses, con Orfidal, un medicamento que había sido prescrito a su madre y que compró su padre.
Fue entonces cuando el juez Taín ordenó su pase a disposición judicial y, tras interrogarlos, ordenó su ingreso en prisión, acusándolos, primero de homicidio y, después de asesinato.
Taín mantuvo el secreto de las investigaciones y del sumario hasta casi dos meses después de la muerte de Asunta y el 19 de noviembre, decidió levantar el mismo, momento que coincidió con la colaboración de Rosario Porto en las diligencias, tras semanas negándose a ello. Entonces da una tercera versión de los hechos y, aunque sigue manteniendo su inocencia, afirma que había acudido hasta en tres ocasiones esa tarde a Montouto– algo que no había dicho hasta ese momento.
Quien no ha colaborado nunca y se ha acogido a su derecho a no declarar e Alfonso Basterra, quien siempre ha dicho lo mismo: que el 21 de septiembre de 2013 estuvo toda la tarde en casa y que su hija estaba con su ex mujer.
El 21 de julio pasado, el juez Taín dio por acabada la instrucción y ordenó la apertura de juicio oral– que empezará a celebrarse, con jurado, previsiblemente el mes que viene. en un auto en el que afirma que “ambos padres colaboraron” para causar la muerte de su hija; que se hizo siguiendo “un plan orquestado” porque la “niña les estorbaba” y en el que señala que sue Alfonso Basterra quien dio el Orfidal a Asunta y que, una vez sedada, fue Rosario Porto quien la asfixió en la casa que tiene en Montouto, en el concello de Teo.
A la vista de todo ello, la acusación particular pide que cada uno de ellos sea condenado a 20 años de cárcel por el asesinato de su hija, dos años más de los que solicita el fiscal. Por su parte los abogados de Porto y Basterra solicitan la absolución y mantienen que todo es fruto de una trama urdida para implicar a sus defendidos.