“Era celoso cuando éramos novios, le molestaba que saliese con mis amigas, hasta que fuese de compras con mi hermana…ya no te digo si en el grupo iba algún chico, aunque fuese el novio de alguna…procuraba quedar menos con ellas o lo convencía, con tiempo, de que iba a ir a cenar o a tomar un café…pero no había violencia…era cariñoso y tenía detalles conmigo”.
Digamos que se llama Ana- no quiere que demos su nombre real. Sí nos permite que digamos que es de Vigo. Pero nada más. Nada de edad, nada sobre sus estudios, su trabajo, su aspecto, a qué instituto fue y, menos aún, nada sobre dónde nos vemos para hablar.
“Las cosas fueron bien los dos primeros años de casados…aunque él se enfadaba con mayor facilitad…le gritaba a la tele, se irritaba si sonaba el teléfono a la hora de la comida…yo lo disculpaba porque no estaba satisfecho en el trabajo y por roces con algunas personas de su familia”.
Con el paso del tiempo, “comenzó a prohibirme salir…si no me arreglaba me decía que estaba abandonándome, si me arreglaba me acusaba de hacerlo solo para ir a trabajar, no para él…si había algo desordenado se alteraba…”. De ahí, pasó a los gritos, “después a los insultos…las discusiones, enfados, reconciliarse…esas cosas”.
El primer golpe fue a la vuelta de la boda de mi hermana, “al llegar a casa…después de venir callado en el coche, sin mediar palabra, me dio una bofetada…me dijo que me había comportado como una puta, exhibiéndome mientras bailaba, provocando…que él eso no iba a consentirlo…que no iba a dejarlo quedar como un ‘maricón’…que había dado el espectáculo, que lo había dejado como un mierda…me quedé helada…no sabía que hacer…estaba petrificada…no pude ni hablar…me fui a otra habitación y no pude dormir”.
“Sentí tal pavor que cuando dejó de apretar me mee encima”.
Ana se fue a casa de un pariente, pasó allí unos días…hasta que él la convenció para volver, para “empezar de nuevo…me rogó que le perdonase…hice lo peor que pude hacer: volví a casa”. Las cosas fueron bien unas semanas, hasta que un día, “por una llamada que venía en la cuenta del teléfono…la verdad yo no recuerdo ni a quién había llamado, ni el tiempo que estuve hablando…se puso fuera de sí…me dijo que si le estaba engañando, que si me estaba preparando para irme…y me agarró del cuello…lo peor no fue que no puedas respirar casi…lo peor es oír cómo te crujen los huesos…no sabes lo que es hasta que te pasa…pensé que me mataba…sentí pavor…tanto que cuando dejó de apretar me mee encima”.
“Que te den de hostias en la calle, para quitarte el bolso es una cosa, que te dé de hostias tu marido en casa parece que es algo de lo que es mejor no hablar”
Ahí ya no hubo vuelta atrás ni reconciliación, ni nada. “Escapé como estaba, fui a casa de mi hermana y llamamos a la Policía…y no voy a decir más…la justicia, entre comillas, siguió su curso…nunca mejor dicho lo de entre comillas…no quiero decir más de esto…no quiero darte datos que puedan identificarme”.
“Me fui de Vigo, dejé el trabajo, cambié de número de móvil…hasta de estética”. La ayuda que tuvo “la única ayuda” fue por parte de su familia y de una asociación, “que tampoco voy a desvelar…¿los amigos y amigas?…bueno, ser solidario en la teoría es muy fácil…cuando hablamos de realidad esa solidaridad se esfuma y queda el intentar que el problema no te coja por el medio…el escaquearse y el pasar…que te den de hostias en la calle, para quitarte el bolso es una cosa, que te dé de hostias tu marido en casa parece que es algo de lo que es mejor no hablar ni tomar partido por uno o por otro…eso es lo que me han demostrado”.
“No hay justicia más que para el que te machaca, el que te acojona, el que te pega…el que quiere matarte”
Sin trabajo y sin casa, fuera de su ciudad y en esas circunstancias, “y menos mal que no teníamos niños”, hace que se vean las cosas de otra manera. “Pasas a un segundo maltrato…el de esas instituciones y administraciones…y sus mandamases, a los que se les llena la boca de palabras solemnes a favor de casos como el mío…y suerte que yo he salido viva de esto…de minutos de silencio, de banderas a media asta…y de gilipolleces así…pero que a la hora de la verdad te dejan tirada”.
“Dicen que hay una ‘renta de supervivencia’ o un ‘salario de la libertad’…eso es mentira…a mi no me concedieron nada de eso…me pidieron mil requisitos…empezando por demostrar que este individuo había intentado ahogarme…la denuncia no llega…la pedí…eran 400 y pico euros…nada…solicité otra de la Xunta…nada tampoco…sino es por esta asociación, por su gente, que es impresionante…son ya de mi familia…o por mi hermana, estaría pidiendo”.
“¿Si en lugar de estar matando 50 mujeres al año estuviesen matando 50 policías o 50 militares o 50 guardias civiles crees que estos políticos…y estas políticas, seguirían tan tranquilos y tranquilas?”.
“¿Justicia?…¿qué es eso?…¿qué justicia?…no hay justicia más que para el que te machaca, el que te acojona, el que te pega…el que quiere matarte…para mi…y para otras mujeres como yo eso no existe…no voy a darte más datos, pero la situación ahora es esta: yo estoy fuera de mi casa, de mi ciudad y lejos de mi familia y él está tan tranquilo…como si no hubiese pasado nada”.
“Sal corriendo al primer empujón, a la primera amenaza…y denuncia…denunciar, en mi caso, de momento, sirvió para poco…pero queda constancia por si éste le hace a otra mujer lo que me hizo a mí”.
Muchos meses después- Ana no quiere que digamos cuántos- “esta es la situación…y gracias que tengo un trabajo que, con lo que me ayudan, me da para vivir…eso sí, vivir sola, con miedo, con la sensación de que para la sociedad parece que la culpa es mía…o, en el mejor de los casos, que no existo…que esto que me ha pasado forma parte de mi vida privada…que es mejor no hablar de ello…hasta el siguiente minuto de silencio por alguna de nosotras…y luego la vida sigue y los que mandan, tan ‘preocupados y concienciados’ ellos, sigan echándose cosas en cara, inaugurando carreteras, parques, rotondas y cosas así…y negando que esto sea una clase de terrorismo…porque yo he pasado terror…terror…¿si en lugar de estar matando 50 mujeres al año estuviesen matando 50 policías o 50 militares o guardias civiles crees que estos políticos…y estas políticas, seguirían tan tranquilos y tranquilas?”.
Ana no solo tiene un consejo que dar a quienes estén pasando por algo así, “sal corriendo al primer empujón, al primer insulto, a la primera amenaza…y denuncia…eso diría yo…denunciar, en mi caso, de momento, sirvió para poco…pero queda constancia por si este le hace a otra mujer lo que me hizo a mí”.
Según datos de diferentes asociaciones, la situación de las mujeres que sufren la violencia machista en España es esta: el número de denuncias ha descendido un 7%, las órdenes de alejamiento un 35%, aunque las peticiones hayan aumentado un 19%, la denegación ha subido un 13% por parte de la autoridad competente. En los últimos años, sólo un 22% de las mujeres que denunciaron malos tratos recibieron ayuda económica por parte de las administraciones y de todas ellas únicamente el 20% han podido acceder a la Renta Activa de Inserción (RAI), que son 426€…y que es incompatible con cualquier otra actividad o ayuda extra. Por lo que se refiere al cacareado “Salario da Libertade”, que depende del Gobierno de Galicia- que tiene un importe temporal que oscila entre 600 y 800 €- únicamente se ha concedido al 11% de las mujeres que han denunciado haber sido víctimas de la violencia machista. Este porcentaje ha bajado al 6% desde el año 2011.