El horario de verano comenzará, como cada año, el último domingo del mes de marzo. Recuerda que durante la madrugada del sábado 29 al domingo 30 habrá que adelantar una hora el reloj. Esto se lleva haciendo desde 1973, cuando se instauró la obligatoriedad del cambio de hora en España. Hoy, todos los países miembros de la Unión Europea lo hacen bajo la normativa 2000/84/CE, que les obliga a cambiar la hora dos veces al año, una en marzo, para el horario de verano; y otra en octubre, para el horario de invierno. También se hace en Estados Unidos y Canadá.
El horario de verano
La lógica del cambio a horario es procurar que las horas de actividad se acerquen lo más posible a las de luz solar. Dado que a partir de principios de año los días se van haciendo más largos (ya lo vamos notando), se ha venido considerando útil adelantar la hora oficial, de forma que, por ejemplo, las siete de la tarde de antes sea las ocho del nuevo horario. Este cambio hace que parezca que anochece más tarde, alargando las actividades al aire libre que se pueden hacer tras la comida.
Un argumento que se suele traer a colación es que así se ahorra energía en las oficinas y fábricas al disminuir la demanda de electricidad por las mañanas. Además, al acercar la hora de acostarse a la de la falta de luz solar, se ahorra electricidad. «Con una red eléctrica con cada vez más peso de la energía solar (ya es un quinto de la producción), parece que el cambio tiene sentido, porque se reduce la necesidad de almacenar energía», explica el catedrático de física de la Tierra Francisco J. Tapiador. «Otro punto que esgrimen los partidarios del cambio de hora es el efecto sobre el comercio y el ocio, ya que los trabajadores de horarios fijos pueden aprovechar algo más de luz tras su jornada laboral», agrega.
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¿Ahorra energía?
Hay estudios que demuestran que el cambio de horario sí que da lugar a un ahorro de energía. El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía cifra en 300 millones de euros el ahorro en iluminación que se alcanza con el cambio de hora.
«El horario de verano ayuda a extender la tarde, que debería ser tu tiempo, no el de tu empresa», continua Tapiador. «Aunque hay diversidad de pareceres. A mucha gente le gusta eso de alargar la tarde de piscina hasta la hora de cenar, pero hay otra que no soporta que a las diez y media todavía haya claridad. Claro que en este país, a diferencia de otros, tenemos persianas y podemos elegir cuánta luz entra en nuestro dormitorio».
El debate se extiende incluso hasta el huso horario, ya que hay quienes sostienen que la península debería tener la misma hora que Portugal y Canarias.
Una cuestión de costumbres
«Sean cuales sean las preferencias de cada uno, hay que decir que el tema del cambio de hora es un asunto menor en el contexto de la rigidez de los horarios laborales de nuestro país», continúa Tapiador, que recuerda que los primeros que reflexionaron sobre el cambio de hora estaban más preocupados por unas costumbres que consideraban irracionales que por mover las agujas del reloj. «Hay mucha gente que considera que lo más saludable es levantarse temprano, antes de que salga el sol, y acostarse no muy tarde. A esa gente le viene bien que la hora civil se acerque a la hora solar».
Se puede concluir que la hora del reloj tiene cierto impacto sobre esa manera de vivir, pero no es determinante. “En España uno puede levantarse cuando le plazca para ir al gimnasio 24 horas o hacer lo que más le guste, da igual la hora que sea, y puede acostarse también cuando le convenga sin más que bajar las persianas. Lo que es evidente es que a la gente que se levanta a las doce de la mañana y se acuesta a las cinco de la madrugada todo esto del cambio de hora le da igual”.