La seguridad al volante no depende únicamente de la pericia del conductor, también del estado de los elementos mecánicos del vehículo. Aunque a menudo olvidado, uno de los más importantes es el sistema de frenado. Las pastillas y los discos de freno sufren desgaste constante con el uso y su deterioro progresivo puede comprometer seriamente la eficacia de una frenada.
Según la Dirección General de Tráfico (DGT), el 12 % de los accidentes provocados por fallos técnicos se deben al mal estado de los frenos. Una cifra que deja poco margen a la improvisación. Para evitar sustos, conviene saber cuánto duran en realidad estos componentes, qué factores aceleran su desgaste y cómo alargar su vida útil sin comprometer la seguridad.
Kilómetros estimados: ¿cuánto aguantan las pastillas y los discos?
La duración media de las pastillas de freno oscila entre los 15.000 y los 30.000 kilómetros, según datos publicados por AUTODOC. Esta horquilla tan amplia se debe a que no existe un único patrón de desgaste: un coche urbano que circula con constantes frenadas en ciudad gastará mucho antes sus pastillas que otro que hace trayectos largos por autovía. El estilo de conducción influye también enormemente: una persona que frena de forma brusca o apura demasiado puede reducir a la mitad, literalmente, la vida útil de sus frenos.
En cuanto a los discos, AUTODOC España informa: “Generalmente, un disco de freno puede durar entre 80 000 y 120 000 kilómetros. Como norma general, los discos deben ser renovados cada dos cambios de pastillas.” En algunos modelos, el manual del fabricante especifica un grosor mínimo por debajo del cual el disco deja de ser seguro.
Por supuesto, estas cifras son orientativas. Las condiciones del terreno, el peso del vehículo, la calidad de las piezas instaladas e incluso el clima también influyen en su desgaste. Por ejemplo, en zonas de montaña con muchas pendientes o en condiciones de humedad constante, el sistema de frenado sufre mucho más.
Factores que afectan el desgaste y cómo alargar la vida útil
Hay varias señales que nos indican cuándo toca revisar el sistema de frenos. La más evidente es un chirrido metálico al frenar, aunque no siempre significa peligro inminente. También es preocupante si el pedal pierde firmeza, si el vehículo se desvía ligeramente al frenar o si se alarga la distancia de frenado.
Para evitar llegar a estos extremos, conviene revisar las pastillas aproximadamente cada 20.000 kilómetros y comprobar visualmente los discos si se nota alguna vibración o ruido anormal. Algunos coches modernos incluyen sensores que avisan automáticamente cuando las pastillas se desgastan, pero no hay que confiarse: la inspección periódica en taller sigue siendo necesaria.
Conducir de forma suave, evitando frenadas innecesarias, puede duplicar la vida útil de las pastillas. Aprovechar el freno motor en lugar de depender únicamente del pedal también ayuda, sobre todo en pendientes. Por último, utilizar recambios de calidad es una inversión que a la larga sale más rentable. Las pastillas baratas tienden a cristalizarse antes y a dañar el disco.