El Papa dejará de serlo para convertirse en Papa Emérito, este jueves a las 8 de la tarde. Benedicto XVI, “sin fuerzas”, es el quinto pontífice que abdica voluntariamente y el primero que lo hace desde hace casi 600 años. Ello ha planteado cambios en la manera de elegir a su sucesor.

Si hubiese muerto, el procedimiento a seguir sería similar al que se llevó a cabo hará en el mes de abril ocho años, cuando falleció Juan Pablo II y los cardenales que formaron parte del cónclave, después de reunirse y reflexionar durante días, escogieron a un nuevo pontífice. Sin embargo, en un caso de dimisión como este, ha sido el propio Benedicto XVI, como máximo legislador de la Santa Sede, junto al Consistorio, quien establezca cómo deberá llevarse a cabo la renuncia y los pasos a seguir.

Una opción prevista por el Derecho Canónico

La renuncia de un papa es un decisión aceptada y regulada por el Código de Derecho Canónico, que en el canon 332.2 establece que “si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”. No es necesario que se haga por escrito, pero sí que se haga de forma oficial. Una vez formalizada la renuncia, se abre un periodo conocido como “sede vacante”. La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, de 1996, que solo ha sido aplicada tras la muerte del Papa Wojtyla, marca los pasos a seguir:  según declara el canon 335, se aplica el principio de nihil innovetur, “no se innove nada”; el gobierno de los asuntos ordinarios de la Iglesia, la burocracia, se confía a los cardenales, que se reunidos en Congregaciones Generales, únicamente puedes despachas asuntos de trámite, pero no tomar ninguna decisión que correspondiese al Papa.

El mismo colegio cardenalicio es el encargado de preparar la elección del nuevo papa que sucederá al papa Benedicto XVI, organizando el cónclave, asegurando los derechos de la Sede Apostólica durante este periodo. En cuanto a los bienes materiales de la Santa Sede, el Cardenal Camarlengo, Tarcisio Bertone, será el encargado de su administración. En esta ocasión, Benedicto XVI ha emitido una ‘nota personal’o ‘motu propio’, en la que autoriza a los cardenales a adelantar el Cónclave, lo cual podría decidirse los próximos días, permitiendo que las sesiones del mismo empezasen en menos de dos semanas.

El Cónclave

A la hora de elegir un nuevo papa, solo podrán votar los cardenales menores de 80 años hasta alcanzar un máximo de 120 electores., en este caso son 117. Cada cardenal deberá escribir en su propia papeleta el nombre de su elegido después de la fórmula Eligo Sumum Pontífice. Antes de reunirse para votar, acto que se lleva a cabo en la Caoilla Sixtina, los cardenales pronunciarán el correspondiente juramento y no podrán comunicarse con el exterior, bajo pena de excomunión. Pese a ese juramento, las dependencias donde vivirán mientras dure el Cónclave, sus habitaciones, salas y la misma Capilla Sixtina, serán sometidas a un proceso de ‘barrido’ para evitar la colocación de dispositivos electrónicos.

La primera votación que se produce se denomina “de sondeo”. A ella le siguen cuatro votaciones diarias, dos por la mañana y dos por la tarde, cuyo resultado se manifiesta al final de cada turno con la clásica fumata, que será negra, en caso de no haber llegado a ninguna conclusión, o blanca, cuando se decide quién será el nuevo papa. Para ser elegido se necesitan dos tercios de los votos de los cardenaleshasta la trigésimo cuarta votación, a partir de entonces podrá haber un elegido con la mayoría absoluta, la mitad más uno de los votos, y los candidatos habrán podido limitarse a los dos que más apoyos hayan conseguido durante las votaciones preferentes.

Aunque el cónclave dura todo el tiempo que sea necesario, en caso de falta de acuerdo hay fijados varios períodos de descanso y coloquio, los días 5º, 7º y la tarde del 9º, durante las cuales habrá una exhortación del Decano del Colegio Cardenalicio.

 

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