Julio Comesaña no ha conseguido que una empresa de telefonía, Movistar, atienda a sus reclamaciones. El mes pasado decidió aceptar una oferta de esta firma y cambiarse desde su compañía, Orange, y pasarse a la tradicional Telefónica con todas sus conexiones: el móvil, la línea fija de casa y el ADSL.
Sin embargo, asegura, la oferta que le habían hecho no era tal, los minutos para hablar ni la velocidad de los datos eran los prometidos y tampoco se hacían cargo del coste de la permanencia que tenía con su operadora.
“No coincidía lo que me habían asegurado con lo que tenía que confirmar por teléfono al hacer la portabilidad”. Por ello, se puso en contacto con el 1004, el número de reclamación de Movistar, para anular el cambio. “No quería seguir adelante y me informé de que podía echarme atrás en un plazo de 7 días, como indica la ley de consumo”.
Y así lo hizo….o lo intentó. Pese a llamar en numerosas ocasiones al 1004, “me pasaban de una operadora a otra, las lladas se cortaban, tenía que volver a contar mi caso…todo sin resultado”. Finalmente, logra que la portabilidad del móvil se anule, telefónicamente, pero no así la del ADSL, “que debe de hacerse mediante carta o fax y entregando el modem”. Por ello, manda dos cartas certificadas y paga el porte del módem a las oficinas de Movistar.
Desde entonces no ha vuelto a tener noticias de la compañía, “no sé nada de ellos, no me han llamado, no me han dicho si todo está anulado o qué ha pasado”. Por ello, se dirige a la oficina de Consumo y pone una denuncia, que “según me han dicho, tardará unos dos meses en resolverse” y, de paso, vuelve a Orange para recuperar su conexión a Internet. Sin embargo, cual será su sorpresa cuando le comunican que no es posible, porque su línea no figura…no figura en ningún lado, “por lo cual Orange no puede restablecerme el servicio…estoy en un limbo telefónico”.
Ante esta situación decide manifestarse delante de la tienda de Movistar en Gran Vía. De manera pacífica y con dos cartones en los que refleja su queja, se pasea por delante del comercio; “llaman a la Policía, pero me dicen que no hay problema, que no estoy interrumpiendo el funcionamiento del negocio y que no estoy cometiendo ninguna infracción”. El siguiente paso es pedir permiso al Concello para instalar una mesa en la calle y recoger firmas con el fin de “iniciar una campaña y dirigirme a la Xunta y al ministerio para que atiendan mi demanda”.
Dicho y hecho, en apenas dos días ha logrado más de 500 firmas de las 5.000 que se propone reunir como base para esa reclamación. A ello une una campaña en change.org, con la que, confía, podrá llegar a su objetivo, “que dejen de tomarme el pelo…y no solo a mi, porque hay muchas otras personas, la mayoría de las que han firmado esta petición, que tienen o han tenido problemas con alguna compañía”.