La ubicación geográfica de una de las siete maravillas del mundo antiguo –los legendarios jardines colgantes de Babilonia– ha sido uno de los grandes misterios de la Antigüedad. El hecho de no encontrar ningún rastro de ellos en los vestigios de Babilonia llevó incluso a algunos arqueólogos a dudar de su existencia. Ahora, una académica británica reunió una cantidad de pruebas textuales para demostrar que estaban en Nínive, a 480 kilómetros de Babilonia, a comienzos del siglo VII AC.
Después de 18 años de estudio, Stephanie Dalley, de la Universidad de Oxford, llegó a la conclusión de que fueron construidos por los asirios en el norte de Mesopotamia –actualmente Irak– y no por sus grandes enemigos, los babilonios, en el sur. Su investigación demuestra que quien llevó a cabo esta proeza de ingeniería y arte no fue el rey babilonio Nabucodonosor sino el rey asirio Senaquerib.
La evidencia presentada por Dalley, experta en lenguas de Medio Oriente, surgió al descifrar las escrituras cuneiformes babilonia y asiria y reinterpretar posteriores textos griegos y romanos. En éstos figuraba una inscripción asiria del siglo VII a.C. que, según pudo descubrir, había sido mal traducida a principios del siglo pasado. Se sorprendió al encontrar la descripción del propio Senaquerib de un “palacio sin parangón” y una “maravilla para todos los pueblos”.
Describe la maravilla de una espiral que elevaba el agua y formaba parte de un complejo sistema de canales, diques y acueductos para traer agua de ríos que estaban a 80 kilómetros de Nínive y los jardines colgantes. El texto registra que el agua se extraía “todo el día”.
Recientes excavaciones hallaron rastros de acueductos. Uno cerca de Nínive era tan grande que, según dijo Dalley, desde el aire sus vestigios parecen un tramo de autopista.