El 12 de julio de 1997 ETA cumplió la su amenaza de que mataría al concejal del PP de Ermua, en Vizcaya, Miguel Ángel Blanco, de 29 años. La organización terrorista no escuchó el clamor de millones de personas que durante dos días salieron a la calle en todas las ciudades del Estado y, pasadas las 4 y media de la tarde, media hora después de que venciese el ultimátum dado al Gobierno para no acabar con su vida – el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco – sus asesinos, Francisco Javier García Gaztelu (alias Txapote) y Irantzu Gallastegui (alías Amaia) lo dejaron en la localidad guipuzcoana de Lasarte, maniatado y con dos disparos en la cabeza.
Miguel Ángel Blanco, que ingresó en el hospital en coma irreversible, murió pasadas las 4 y media de la madrugada.
Una vez que se conoció la noticia del hallazgo de, Miguel Ángel, la indignación se desbordó en Ermua, donde los gritos de “¡Asesinos!” y “¡A por ellos!” fueron coreados unánimemente en la plaza del Ayuntamiento. A primeras horas de la noche, un grupo de manifestante prendió fuego a un local de HB en la localidad vizcaína.
Tras su muerte se acuñó el término Espíritu de Ermua y se creó el 18 de diciembre de 1997 la Fundación Miguel Ángel Blanco, presidida por su hermana, María del Mar, con el objetivo de mantener, promover y fomentar el respeto a los Derechos Humanos, los principios de paz, solidaridad y convivencia democrática y conservar viva la memoria del concejal.
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Su secuestro y asesinato provocaron un sentimiento social de rechazo hacia ETA en grandes sectores de la ciudadanía. Aunque asociaciones como Gesto por la Paz de Euskal Herria2 ya habían iniciado el año anterior sus movilizaciones cívicas contra la violencia, a partir de entonces las organizaciones y las expresiones en contra de la violencia de ETA aumentaron.