Cristina de Borbón es, apenas, un ama de casa que se ocupa de los estudios de los niños, de sus actividades extraescolares o de llevarlos al médico mientras Iñaki Urdangarín es quien, realmente- nunca mejor dicho- se ocupa de los gastos. Esa fue la línea argumental de la declaración de la hija menor del Rey ante el juez Castro, instructor del Caso Nóos.
Además de ello, la duquesa de Palma tiene mala memoria, a la vista de las más de 100 páginas de trascripción de su declaración el pasado día 8, en la que contestó casi en 600 ocasiones con ‘no sé’, ‘no lo recuerdo’, ‘no lo sé’, ‘no me consta’, no tenía conocimiento’ o ‘lo desconozco’.
En especial, la mala memoria de Cristina de Borbón se refiere a los negocios de la familia o a su participación –al 50% con Urdangarín- en la empresa Aizóon, que ingresó cantidades desviadas desde el Instituto Nóos, presidido por el yerno del Jefe del Estado.
Pese a que Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia es la primera licenciada universitaria en la historia de la Familia Real Española- en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense- tiene un máster por la Universidad de Nueva York, habla varios idiomas, trabaja desde hace casi 25 años y conoce la práctica totalidad de los países del mundo, la realidad, a la vista de su declaración, es que se tiene casi por un ama de casa.
Las respuestas a las preguntas de su abogado lo dejan así de claro: cuando Jesús Silva le preguntó por el ‘reparto de tareas’ dentro del matrimonio, la duquesa contestó que “yo me ocupaba de los niños, de sus actividades, de la escuela y de todo lo que tenía que ver con ellos, con médicos y demás, y mi marido se ocupaba de toda la parte de los gastos”; cuando se le pregunta “¿en cuanto a los gastos, los gastos ordinarios cómo se gestionaban? ¿Tiene usted una idea de cómo se gestionaban los gastos ordinarios de la familia?”, la séptima persona en la línea de sucesión a la Jefatura del Estado respondió, “ya le digo, mi marido se ocupaba de los gastos” y recalcó que no tenía tiempo para los mismos puesto que asiste a “hasta cien actos oficiales al año”, lo que sus vida sea ‘monótona’, “todos los días eran iguales, dependiendo si tenía alguna actividad institucional de representación oficial o no, pero generalmente me levantaba por las mañanas, desayunaba con mis hijos, los llevaba al colegio y de ahí me desplazaba a mi lugar de trabajo. Luego por las tardes, en el caso de no tener ninguna actividad de representación institucional, si podía los recogía en el colegio y me volvía o les llevaba a sus actividades extraescolares, o ya nos volvíamos para casa. Pero todo ya le digo que variaba según mi actividad institucional, que igual me obligaba a desplazarme a Madrid o alguna otra ciudad por la tarde, volver al día siguiente o ir por la mañana y volver por la tarde o bueno, cada día era diferente”.