No importa el género o la sexualidad de cada uno, es decir, se rechaza la teoría de ser mujer u hombre, heterosexual u homosexual, porque lo que prima sobre la construcción social de crear clasificaciones se encuentra las variaciones que el individuo elige de lo qué quiere ser y con quién quiere estar.
Como no podía ser de otro calibre, la tendencia dispone de nombre y se denomina cultura queer. El movimiento no acepta los listados sociológicos comunes, así como las clasificaciones psicológicas que dividen al sujeto en etiquetas: ¿sexo: mujer u hombre?. Existen tratados de la década de los 80, sin embargo evolucionó con rapidez a partir de 1990 con la expresión queer acuñada por Teresa de Lauretis.
Algunos colectivos no se encontraban cómodos con las denominaciones estipuladas por la sociedad, concretamente vinculadas con la homosexualidad apostando por crear un nuevo modelo de sujeto sin género, reestructurando las fijadas identidades sociales.