Más de 120 médicos y enfermeras han muerto desde la declaración oficial en marzo del brote de ébola en África occidental y más 240 han contraído el virus, según ha informado esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS), en lo que describió como uno de los muchos aspectos “sin precedentes” que han caracterizado el último estallido de la enfermedad.
Cinco de los 60 implicados en uno de los primeros estudios sobre este último brote, realizado en el hospital sierraleonés de Kenema, la llamada “zona cero” del virus, han fallecido por ébola en el transcurso de la investigación, entre ellos uno de los mayores expertos del continente en el tratamiento de fiebre hemorrágica, el doctor Sheik Humarer Khan, con una carrera de diez años a sus espaldas tratando pacientes de fiebre de Lassa. La plantilla del hospital se declaró ayer en huelga ante la falta de dinero para pagar su salario y por las precarias condiciones de seguridad.
Puesto que los profesionales de la medicina son los responsables de confirmar el contagio de un paciente, su exposición al virus es muy elevada. En el oeste de África, donde los recursos son enormemente limitados, Naciones Unidas indica que el primer motivo de contagio paciente-médico es por la ausencia de material protector, pero es solo uno más de múltiples factores, como la falta de personal y el cansancio físico y mental entre los médicos y enfermeras que de ello deriva. En Estados Unidos hay un médico por cada 400 personas. En Liberia, uno por cada casi 72.000.
“En muchos casos, los médicos no disponen de equipos protectores, ni siquiera guantes o máscaras faciales”, según ha lamentado esta semana la OMS, que reiteró el inmenso peligro que corren los especialistas que, a pesar de conocer el protocolo de actuación y las probabilidad de contagio por contacto físico, arriesgan sus vidas tratando a pacientes sin las medidas adecuadas.