JOSÉ MANUEL PENA/Alguna vez alguien dijo que “la experiencia no consiste en el número de cosas que se han visto, sino en el número de cosas que se han reflexionado” y así quizás, en ocasiones, nos olvidamos que muchos de nuestros padres y abuelos se vieron obligados a emigrar a otros países en busca de un futuro social y económico mucho mejor que el que tenían en sus pueblos.
Así decir ahora alegremente que los trabajadores inmigrantes crean problemas a bordo de embarcaciones pesqueras en muchas localidades pesqueras de nuestro país es un poco frívolo y no querer recordar que gracias a ellos la mayoría de las embarcaciones podían salir de los puertos para faenar, ante la falta de marineros locales que prefirieron buscar otro futuro en diferentes actividades o a bordo de pesqueros que se dedicaban a la pesca de altura.
El mundo de la pesca es un tanto peculiar y en muchos casos muy difícil de entender para la gente que no trabaja directamente en el sector pero que es consciente del arcaico sistema de retribución ‘a la parte’ que aún existe en muchos puertos, sin que se llegue a garantizar un salario mínimo a los marineros. No todos los que van a bordo del buque sufren esta situación ya que mientras el patrón de pesca o el motorista tienen un salario garantizado, el marinero de cubierta perciben sus retribuciones en función de las capturas obtenidas.
Esto obligó, en los últimos tiempos, a que la juventud buscase otros puestos de trabajo más rentables y estables. Lo mismo sucedió en Galicia donde los armadores se vieron en la necesidad de echar mano de trabajadores inmigrantes que eran los que más se adaptaban a este tipo de actividad con bajos salarios, pésimas condiciones de trabajo y con una escasa estabilidad laboral, de ahí que de bien nacido es ser agradecido y utilizar la experiencia con el rigor necesario, en vez de generalizar sobre un numeroso colectivo de personas que llegaron a nuestro país en busca de un futuro mejor, como lo hicieran con anterioridad nuestros antepasados.