Henri de Toulouse Lautrec, nacido el 24 de noviembre de 1864 en la localidad del sur de Francia Albi, fue destacado pintor y cartelista postimpresionista de finales del siglo XIX. Hijo del Conde Alphonse y de la Condesa Adele de Toulouse-Lautrec, con 14 y 15 años Henri se rompiera los dos fémures, heridas que no soldaron adecuadamente y provocaron que nunca superara el metro y medio de estatura: su cuerpo era normal, pero las piernas no crecieron.
Toulouse Lautrec, como se le ha conocido a lo largo de los años, pronto mostró interés por el dibujo y gracias al apoyo de su tío y de otros pintores amigos de la familia se marchó a París para mejorar sus técnicas pictóricas. Allí comenzó a pintar en diversos talleres y en 1882 fue alumno en el prestigioso taller de Fernand Cormon, donde entabló amistad con Vincent Van Gogh e incluso hizo una exposición con él en 1887.
En París, el artista comenzó a frecuentar cabarets del distrito de Montmartre -donde vivía- y se hizo cliente asiduo del Moulin Rouge, llegando incluso a tener una mesa reservada. Este cabaret acogió varias de sus exposiciones y fue uno de los protagonistas indiscutibles de sus dibujos.
Fue aquí donde Tolouse Lautrec encontró su principal inspiración: sus obras estuvieron principalmente protagonizadas por la representación de la atmósfera de esa vida nocturna artificial, sórdida y densa en la que la figura en movimiento fue uno de sus constantes.
A esto se le unió, además, la insistencia del pintor en las expresiones de las caras de sus modelos, principalmente prostitutas o marginados de la sociedad, que mostraban un halo profundamente humano. En esencia, Toulouse Lautrec representó como nadie a esos personajes con los que vivía cada noche y lo hizo con dibujo expresivo que captaba la psicología de sus almas.
En 1891 elaboró su primer cartel, que fue encargado por el Moulin Rouge para anunciar a los bailarines La Goulue y Valentín le Désosse. De este modo, ‘La Goulue y Valentin’ le hace famoso en todo París, lo que ayudó a que en 1893 hiciera su primera gran exposición individual.
Pese a su éxito, la vida de este artista estuvo marcada por la tragedia. Probablemente a causa de la enfermedad que impidió que sus piernas crecieran, Toulouse Lautrec desarrolló problemas de alcoholismo, lo que, a su vez, le provocó diversas manías y episodios depresivos.
Uno de estos episodios más conocidos se produjo en 1897, cuando llegó a disparar con un revolver a las paredes de su casa persiguiendo a unas arañas imaginarias. Por ello, acabó ingresado en un hospital psiquiátrico, aunque en 1901 se volvió a la casa de su madre en Malromé, donde murió a los 37 años.