Su historia no tiene mucho recorrido: el 19 de mayo del 2008 Rafael Moneo visita la ciudad invitado por Abel Caballero para conocer la Praza do Rei y su entorno y decidir si asumiría su transformación. Aquel día, tras mostrar su opinión negativa sobre la urbanización que se había hecho del entorno, anticipó que quería conectar la falda de O Castro con la Praza do Rei volviendo a la configuración que tenía antes de 1975.
El 18 de septiembre, en su estudio de Madrid, expuso al alcalde su idea preliminar que incluía el derribo de la actual Casa Consistorial y la construcción de una nueva. El 20 de junio del año pasado, ya en Vigo, Moneo proponía tirar la torre del Concello y la Xerencia, construir un único edificio administrativo de 19.000 metros cuadrados, elevar la plaza hasta la altura de Camelias y unirla con O Castro, construir un parking para 1.300 coches y aprovechar el desnivel hasta la Panificadora para bajos comerciales.
Entonces no se habló de cifras, pero fuentes del Concello aseguraron que erigir el nuevo edificio supondría una inversión no inferior a los 46 millones de euros a los que habría que sumar otros 15 para asumir la urbanización, incluyendo las nuevas zonas verdes y el coste de salvar las diferencias orográficas: en total no menos de 60 millones.
De aquello nunca más se supo, y lo único que quedan son las maquetas. No se ha presupuestado un euro para seguir con el proyecto, ni se ha vuelto a contactar con Moneo, y las obras que se han acometido tanto en el edificio de la Xerencia como en el propio Concello, empezando por el nuevo auditorio municipal en el que se han invertido 1.600.000 €, hacen pensar que la obra llamada a ser “el proyecto de la ciudad, no de un alcalde ni de un gobierno”, como lo definió Abel Caballero, no se hará.
Los grandes proyectos no se le dan bien
Y es que el alcalde no tiene suerte con los grandes proyectos o con los arquitectos…aunque estos sí la tienen con él. Nouvel, por la realización del proyecto para el Puerto, cuando Caballero era presidente del mismo, cobró 500.000 €, una cantidad nada desdeñable teniendo en cuenta que su trazado, “la referencia de Vigo en el mundo”, como la bautizó el hoy alcalde, no pasó del papel. El coste del mismo casi duplicaba el anunciado, y no sólo la torre de 70 metros de alto o los jardines de agua proyectados eran irrealizables, algo tan prosaico como la retirada y tratamiento de lodos para hacer la obra, y que en tiempos de Caballero se había presupuestado en 2.117.000 € tenía, en realidad, un coste de 8.454.000 €, un caso similar pasaba con los cajones de hormigón, en los que habría que invertir los 12,5 millones anunciados, sino más de 25, o el coste del acero, que se presupuestó en 7,8 millones y que, finalmente, como reconocieron los socios de Nouvel en España, no bajaría de los 13 millones. Todo ello hacía que obra requiriese una inversión de 300 millones (50.000 millones de pesetas), ocho veces lo que costará la ampliación del Muelle do Areal.