Es un secundario de lujo, un actor de carácter de los que no son famosos por el nombre, pero insustituibles en el cine español. Y ayer nos dejaba a los 76 años tras una larga enfermedad. Antonio Gamero empezó en el teatro con grandes clásicos y a lo largo de su carrera ha representado más de 200 papeles en el cine, el último en ‘Don Mendo Rock, la venganza’, que se estrenará a finales de año. Pero si por algo será conocido, además de por papeles como el de Manolito Gafotas, es por su particular forma de ver la vida, que le llevaron en más de una ocasión a toparse de frente con el brazo armado de la ley.
Comprometido con la izquierda, comenzó su militancia con 14 años después de que el cura le echara del confesionario tras decirle que era ateo sin remedio. Afiliado al Partido Comunista en 1957 en la clandestinidad y con Alejandro como seudónimo, fue condenado a dos años de prisión de donde salió con alguna que otra brutal paliza en el cuerpo y los tímpanos rotos, por lo que tuvo que utilizar audífono de por vida. A la salida no le faltó trabajo: todos sus amigos lo acogieron con los brazos abiertos después de que Gamero no abriera la boca para delatar a nadie.
Pero si por algo es conocido es por su humor, que nos deja frases geniales que todavía corren de boca en boca entre la gente del gremio. Ayer se fue, porque “como fuera de casa no se está en ningún sitio”. Por orden escrita del actor, no se dará a conocer ni dónde ni cuándo será incinerado porque, como él decía, “no le cuentes tus penas a los amigos, que los divierta su puta madre”.